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Regala amor
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Regala amor

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Fue en la casa de Daniel Lalinde, en el parqueadero del edificio. Daba vueltas en círculos, me caía, sudaba, comenzaba de nuevo, me caía otra vez, mis codos y rodillas comenzaban a arder, intentaba otra vuelta, caía. Sentía los ojos llorosos, me cegaba el polvo que había tragado. Creo que fueron miles y miles de golpes, de levantadas. Cerca, mi hermano y Daniel que ya sabían, jugaban, montaban. Sentía algo de vergüenza, me dolía algo, tal vez el ego y un tobillo. Logré aprender a montar en bicicleta a los quince años.

Fue en parte por eso que en esa Navidad decidimos, Santiago y yo, que queríamos bicicletas. Una para cada uno, de marca Mongoose. De cross o BMX, para poder salir por el barrio, competir con los amigos, llevarlas a la finca de la abuela. Queríamos un par de vehículos para la aventura. Pero la plata no alcanzaba para eso. Recuerdo cuando mi papá nos explicó que íbamos a compartir, que una de las bicis sería la Monaretta modelo 1972 “heredada” de la prima Mónica, que necesitaba unas reparaciones, pero funcionaría bien. Sentí un leve vértigo porque era una bicicleta de esas de manubrio amplio, como los cachos de una vaca, difíciles de maniobrar, con silla alargada, muy incómoda. Pensé que seguro me iba a terminar tocando a mí, como hermano mayor. “Para tu hermano es más difícil esa porque es más grande”. Unos días después, fuimos con mi papá y mi mamá a la fábrica de Laramo, en San Juan, antes de llegar a la glorieta de la América. Fue muy bonito ver el lugar. El olor de la pintura, la idea de que en Medellín podríamos hacer lo que fuera, la amabilidad del señor del almacén, la cara de emoción de Juan Gabriel, todo conspiró a favor de un momento inolvidable. Fue así como en esa Navidad nos enseñaron un poco más sobre el valor del dinero, nos explicaron la importancia de arreglar algo que no funciona sin tener que comprarlo de nuevo. Aprendimos de la urgencia de apoyar la industria nacional y, finalmente, hoy lo veo con toda claridad, descubrimos que el valor de un regalo no depende para nada de su precio.

“La Laramo hecha en Colombia”, por la que tanto trabajó mi papá, y el tiempo y esfuerzo dedicado a arreglar la vieja Monark con sus propias manos, sumadas a esa conversación en familia sobre lo que se puede o no comprar, conforman el sentido profundo de un regalo para mí. Siempre que doy objetos pienso en el trabajo que subyace tras él y en el amor que contiene. Por supuesto, esa Navidad gozamos, nos turnamos las bicis, hicimos ejercicio, disfrutamos las vacaciones con el mejor regalo del mundo, que recibimos por amor y con amor.

Las temporadas decembrinas se han vuelto factor de estrés y desequilibrio económico de las familias. Nada de malo tiene dar un regalo, dentro de las posibilidades de cada uno, siempre y cuando se dé con amor, no para buscar amor. Esta vez dedicamos nuestra revista a los riesgos de comprar cuando no tenemos con qué, por quedar bien, por aparentar, por gustar a otros. Debemos romper la ecuación amar = comprar = gastar. No tiene sentido adquirir lo que no podemos pagar y pasar el año entero saltando entre deudas. También nos gustaría proponer una conversación sobre algo más profundo, si se quiere. “La medida del amor, es amar  sin medida”, dijo San Agustín. Los objetos no enriquecen el amor, no lo mejoran, no lo amplían. Algo que sí logran otras acciones, como escribir una carta, dar un libro, invitar a un paseo por el campo, cocinar la comida, dedicar una canción, invitar a bailar.

Esto lo saben los padres que guardan las cartas y dibujos de sus hijos, que les recuerdan verdades esenciales y absolutas como que ¡son los mejores papás o mamás del mundo! Esas cartas les recuerdan que son amados incondicionalmente, que es tanto ese amor, que da para dibujarlos de memoria. ¿Acaso del amor filial, o del romático, o cualquier otro, nos queda algo diferente a los buenos recuerdos, a las mejores cartas, a las dichas compartidas?

Es bueno ayudar a mover la economía y que las empresas den empleo. Todo esto enmarcado en la sostenibilidad familiar y ambiental. Nos gusta que las empresas crezcan y vendan, generen desarrollo. Por eso, por el desarrollo sostenible, amamos aquellas que invitan a sus clientes a ahorrar, que saben que los mejores productos son los que cargan sentido y saben que en estas épocas, cae bien aportar a una buena causa. Se vale regalar algo que pensamos y buscamos por meses. Las familias se deben dar regalos, los amigos también, cualquiera al que le nazca dar , sobre todo cuando se es consciente de que el mejor regalo posible, el único que tiene valor al final de todas las historias, es disfrutar y compartir la vida.

Regresa: Qué le regalo a…

 

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One thought on “0

  1. En esta época de tanto compartir, con todas esas personas q en todo el año nos sacaron sonrisas, rabias, tristezas y de todo un poco; Es en este tiempo donde surge ese sentimiento de querer compartir ese detalle que les recuerde que los queremos y lo que significan en nuestras vidas, pero q tambn lo debemos hacer con moderación, por que la situación monetaria es tema del cual no se debe abusar, no podemos gastar lo que no tenemos y debemos dar lo que podemos ….Igual la idea de la navidad es compartir en familia y pasar muy muy felices……..

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