Hoy quisiera hablar de la inspiración, que cercana a su etimología, es como el aire. Todos la necesitamos. Nuestro trabajo, la vida familiar, una pasión artística, lo que sea que hagamos requiere de inspiración. Pienso que en la vida no existe el momento de la “epifanía” en la que insuflados por una energía sobrenatural encontramos una vocación, sino que esta –o estas porque pueden ser varias vocaciones– proviene de un largo proceso de reflexión, autoinspección, ensayos y errores, encuentros y desencuentros. Es más, uno también es libre de cambiar de vocación o trabajo tantas veces como quiera.
Tengo un recuerdo de mis 17 años, algunos meses luego de morir mi padre, cuando no tenía ni idea de qué iba a estudiar o hacer en los años siguientes, porque los planes que tenía se revolcaron con su partida. Una noche subí por la carretera de Las Palmas a mirar la ciudad, para tener alguna distancia de esa Medellín de 1993 que no me dejaba respirar ni pensar. Desde arriba, la ciudad brillaba como ese “hueco de estrellas” del poema. No sabía si quedarme o irme, huir o luchar. Dije: “¡Me quedo!, y haga lo que haga, que sirva para que la gente joven del futuro no crezca con miedo y sin padre”.
Exploré mucho. Estudié ingeniería, fui representante estudiantil en la universidad, trabajé en talento humano, tecnología, planeación, estrujé números en Excel, aprendí de mercadeo, hablé sobre mis sueños para una mejor sociedad, dirigí proyectos de infraestructura, educación y urbanismo en el sector público, vendí servicios de telecomunicaciones, fui consultor, emprendedor y ahora me encuentro en el sector social, en el mejor trabajo del mundo, ¡al menos para mí! Miro atrás y sé que siempre he trabajado guiado por ese sentido que le di muy joven a mi vida. Me he dedicado, feliz y afortunado, a servir.
Por eso lanzamos programas como Inspiración Comfama, nuestra nueva manera de apoyar la calidad en la educación básica y media.
Ayer, manejando, escuchaba en una entrevista a Peter Diamandis, cofundador de X Prize y de Singularity University, en la que le preguntaban qué recomendaría a un joven para hacer en vacaciones. “Preguntarse cuál es la pasión de su vida”, dijo de inmediato. ¡La de él eran los viajes al espacio! Sugirió que cada joven haga una lista de cinco posibles cosas que le apasionen y luego se dedique unas semanas a investigar cada una. De repente, de ahí surge la inspiración, emerge la pasión y las vacaciones serán transformadoras.
Cuando en Comfama nos sentamos a pensar en lo que hacemos en educación, cultura y emprendimiento, este motivo nos impulsa: que cada persona encuentre aquello que le apasiona y lo haga con todas las energías de su vida; que nuestros afiliados sean felices con su trabajo, su vida, su familia. Por eso lanzamos programas como Inspiración Comfama*, nuestra nueva manera de apoyar la calidad en la educación básica y media. Estamos convencidos del valor que tienen las experiencias por fuera del aula, que tocan mente y alma de los estudiantes, y les ofrecemos alternativas para soñarse como artistas, músicos, científicos, empresarios, profesores, deportistas, desarrollando cualquier oficio, siempre llenos de inspiración. Hemos dicho que tener una vida con sentido es clave para la felicidad. ¿Y de dónde más podrá venir la trascendencia si no del encuentro con algo bueno y bello a lo que podamos dedicar los días?
De igual manera, el programa de alfabetización rural para adultos en Segovia no se trata simplemente de personas que leen y escriben para ser más “útiles” en la empresa. Nos parece muy bien que puedan acceder a mejores oportunidades de empleo gracias a este saber, pero qué maravilla que el alfabetizado pueda “pescar” en una biblioteca la fiebre por la poesía. Los libros y computadores de nuestras bibliotecas deben servir para hacer las tareas del colegio, pero ¿se imaginan que algunos de los cientos de miles que nos visitan cada año se den cuenta de que quieren ser escritores o profesores? Igual, cuando imprimimos “Las Palabras Rodantes” con el Metro de Medellín, nos parece adecuado que la gente se entretenga mientras viaja, pero nos entusiasma (entusiasmo quiere decir: con Dios adentro) que de un texto de estos surja un amor grande, para toda la vida, por la lectura. De esta manera, cuando hacemos alianzas con el Comité de Cafeteros o con la Fundación Secretos para Contar, no lo hacemos solamente por “ampliar la cobertura” y menos para “ayudarle” a una entidad. Queremos que la inspiración toque a los jóvenes hijos de familias cafeteras y encuentren su camino en el campo, en la ciudad o donde elijan. Queremos que una familia que tome un libro de Secretos para Contar y Comfama cruce una puerta hacia la modernidad y valore también la tradición de sus ancestros.
Comfama es, como dije alguna vez en este espacio, un proyecto educativo. Por eso los invito a que la disfruten y lo hagan a conciencia. Recuerden que nuestra misión es que nuestros afiliados aprendan miles de cosas, pero si nos tocara escoger una sola, tendría que ver con la pregunta “¿Qué nos inspira?”.
Para nosotros es un placer y una vocación de vida acompañar esta apasionante búsqueda.
* En 2017 participarán más de 350 mil jóvenes de colegios públicos y privados de Antioquia.