Perdonarse en las amigas
María Fernanda Montoya, periodista | 29 años
Aunque su amistad empezó con tropiezos, el buen ánimo de las dos fue haciendo que la relación se fortaleciera. Terminaron contándose sus miedos y celebrando sus victorias, se prestaron ropa, se invitaron a comer, se dieron abrazos de profundo cariño, pero siempre hubo algo en su manera de tratarse que dolía, un poco de crueldad que revelaba las carencias de ambas. La herida se fue abriendo y dejar de compartir el mismo lugar de trabajo marcó la distancia. Buscaron entender qué pasaba, lo hablaron, se pidieron perdón, lloraron y decidieron que esa amistad era mejor ponerla en el lugar de los recuerdos queridos.
Perdonar a quien no conoces
Catalina Durango, psicóloga | 37 años
Aún recuerda cómo esperar el bus se había convertido en el momento más temido de su día. Esa era también la ruta diaria de la mujer que había prometido hacerle daño. Días atrás había cumplido con avisarle a las autoridades que una de las estudiantes que acompañaba como psicóloga presentaba signos de maltrato. La madre de la estudiante fue hasta el colegio y la amenazó de muerte porque debido a la denuncia le habían quitado a su hija. No hubo más remedio: primero un traslado de sede y luego la renuncia. ¿Era justo abandonarlo todo solo por cumplir con el
deber? Después entendió que la mujer que la amenazaba lo hacía porque no tenía las herramientas necesarias para vivir de otra forma y que, en conjunto, se trataba de una familia con múltiples dificultades. El rencor y el estrés desaparecieron y en su alma se coló la tranquilidad. “Ya pasó”, se dijo a sí misma.
“Cuando mis amiguitos y yo peleamos, me meto entre los que están peleando y los separo para que dejen de pelear y vuelvan a jugar lo que estábamos jugando. El perdón es una cosa muy importante porque si una persona nos ofende o nosotros la ofendemos nos tenemos que perdonar para ser felices”.
José Miguel Cardona 6 años, Marinilla (Antioquia)
Reconexión familiar
Luis Sepúlveda, estudiante de Ingeniería urbana | 25 años
Cuando fue tomando consciencia de su existencia se dio cuenta de que debía perdonar a su familia paterna. Apenas tenía un año y medio cuando su papá murió. Su mamá tenía 20 y había quedado sola con un niño que recién había aprendido a caminar. ¿Lo imperdonable?, que, en lugar de apoyarla, ellos, en medio de su dolor, quisieron quitarles su herencia, esa que por derecho les pertenecía, ¿por qué abandonarlo a su mamá y a él a su suerte? Eran ellos, sin embargo, quienes lo ataban a ese padre del que no recordaba su aroma, ni su voz, ni su presencia. La salida fácil: guardarles rencor. Lo que su corazón le pedía: estrechar vínculos con esa familia que hacía parte de su sangre y que, muy en su interior, necesitaba del
perdón para sanar los corazones. Hoy mantienen contacto como homenaje al papá, hijo, hermano y tío que ya no los acompaña.
Avanzar también es pedir perdón
Olga Lucía González, comunicadora y docente | 35 años
¿Perdonar? Claro, una y otra vez, como a su exesposo, esa persona cuyo abandono le enseñó a ser más fuerte, a reafirmarse, a ser mamá, la mejor de ellas. Quien conoce a Olga sabe de la bondad de su alma, que allí no hay espacio para el rencor y que, con la sinceridad de su mirada, siempre desea lo mejor para todos. Pero ¿qué pasa cuando esa persona que sabe perdonar debe pedir perdón? Para ella nada distinto a reconocer sus errores: “Porque estar tranquila con el otro es estar tranquila conmigo misma. Así como el otro tiene culpas, también hay que encontrar en cada uno qué cosas hay que mejorar. Adentro tenemos asuntos por detectar y fortalecer”.
¿Para qué el perdón?
Se preguntó en algún momento Antanas Mockus.
Sus respuestas significaron más de 50 páginas de un escrito que nos invita a perdonar para liberarnos del resentimiento:
- Es necesario que exista un daño por reparar.
- También, una responsabilidad reconocida.
- ¿Luego de ello? La solicitud de perdón.
- Sigue la decisión del ofendido de considerar la ofensa.
- Asimismo, un compromiso “de no repetición de la conducta por la cual se ha pedido perdón”.
- ¿El resultado?: “el perdonado recupera su identidad de ser humano bueno y ambos comparten la virtud, la mutua generosidad, de haber acudido al camino del perdón”.
Fuente: ¿Para qué el perdón?, Antanas Mockus.