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¿Mi empresa debe ayudar a salvar el planeta?
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¿Mi empresa debe ayudar a salvar el planeta?

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¿Qué hacen tres empresas exitosas preguntándose por su responsabilidad con el planeta? Esta es la historia de cómo Celsia, Seguros Sura y Bancolombia se confrontaron acerca de su responsabilidad con el planeta en el que habitamos todos. Una historia de unión que desemboca en agregarle valor a la sociedad.

 

Londres tardó más de cinco años simulando una y otra vez sus calles hasta alcanzar dos propósitos: convertirlas en lugares libres de estrés y asegurar que cada uno de los viajes de sus ciudadanos inicien y terminen caminando. Esas premisas fueron el faro para la planeación de un sistema de movilidad ágil, saludable, seguro y responsable con el medio ambiente. Una medida tan sencilla como limitar a 30 kilómetros por hora la velocidad máxima de los vehículos que transitan por el centro de la ciudad abrió paso a una serie de efectos dominó: otros tipos de transporte se posicionaron como medios igual de eficientes a los autos, la temperatura y el ruido callejero disminuyeron de la mano de las tasas de accidentalidad vial y cada vez empezaron a estacionarse menos carros, dejando de ocupar espacio que ahora está destinado para la gente, las bicicletas o los árboles.

A 30 kilómetros por hora, las calles del centro de Londres se recuperaron como un lugar para convivir, compartir, encontrarse y disfrutar la experiencia humana mientras se transita por ellas. ¿Y esto qué tiene que ver con tres empresas antioqueñas? Mucho. Celsia, Seguros Sura y Bancolombia, compañías tradicionales de la región cuyas fórmulas de negocio llevan funcionando décadas, se hicieron una pregunta incómoda: ¿somos responsables de cuidar el planeta que habitamos? La respuesta fue que sí. Y la movilidad sostenible, la alternativa más viable para agregarle valor a la sociedad.

Esta reflexión mancomunada repleta de búsquedas, conversaciones e incluso retrocesos comenzó con una invitación de parte de Celsia a Seguros Sura. La primera estaba buscando nuevas formas de diversificar su portafolio en energías renovables; la segunda llevaba varios años observando el entorno y gestionando las tendencias en temas de movilidad eléctrica. Esta mezcla hizo que ambas se embarcaran en un viaje hasta China con la intención de importar vehículos de energías limpias más accesibles para todos.

El viaje salió bien, pero las dudas los asaltaron con el regreso a Colombia: luego de hacerles pruebas técnicas a los vehículos y planear su modelo de negocio, se cuestionaron: ¿realmente esta es una solución centrada en las personas o en vender un producto?

El interrogante empezó a rondar por ambas empresas. Fue momento para una pausa, tal vez el instante de reconocer que se habían cometido errores, hora de dar un paso atrás para poder dar dos hacia delante. La decisión fue repensar el proyecto: «Rebobinemos y más bien pensemos esto como un modelo de negocio pensado en la gente. Hagamos una investigación de sus verdaderas necesidades, hagamos de esta alianza una que de verdad funcione y se centre en transformaciones profundas», acordaron, según comenta Camilo Agudelo, gerente de Movilidad de Sura.

La vida se conforma de una serie de afortunadas coincidencias, mientras Sura y Celsia trabajaban confidencialmente en su entonces llamado Proyecto Volta, Bancolombia hacía importantes reflexiones compartidas acerca de nuevas tecnologías, opciones, modelos y hábitos de movilidad sostenible para la ciudad. Cuando Celsia y Sura se enteraron decidieron invitar al banco a hacer parte de la alianza.

Las preguntas incómodas y difíciles se convirtieron en la guía de esta alianza: «¿Cómo hacemos para que no seamos una suma, sino una puesta en escena de las capacidades organizacionales de cada una, que se multiplique exponencialmente? ¿Cómo hacemos para que lo atractivo de este proyecto no sea que tres grandes compañías se unieron, sino su real utilidad para la sociedad?» fueron algunas de las cuestiones.

La calidad de las respuestas está inexorablemente atada a la calidad de las preguntas que se hagan y así, lo que ahora se llamaba Muverang encontró su sentido e identidad. Se trataba de un sistema compartido de movilidad eléctrica a través de estaciones, una plataforma empresarial para empoderar a los colaboradores sobre sus decisiones de movilidad y un servicio de suscripción mensual de vehículos eléctricos, ya sean carros, motos, bicicletas o patinetas, para las personas naturales.

Muverang propone hacer del acto de desplazarnos un manifiesto ágil, limpio, seguro, compartido y empático para reducir nuestra huella y estar en consonancia con el mundo: con la calle, con el peatón, con el medio ambiente, con la salud propia y con ese acto natural de generar transformaciones juntos.

Celsia, Seguros Sura y Bancolombia habrían podido continuar con sus estrategias funcionales sin hacer un pare en el camino. Sin embargo, sí que lo hicieron y lo hicieron juntas. Asumieron como propia la responsabilidad de provocar cambios en fenómenos que casi siempre se sienten ajenos, inalcanzables. Estas tres compañías se preguntaron ¿de qué somos responsables?

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Incomodarse para crecer… Preguntarse una, dos y hasta tres veces si te diriges hacia dónde quieres llegar.

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¿Será que si unimos nuestros esfuerzos e ideales comunes podemos generar transformaciones profundas en la sociedad?

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