Nelson Mandela recibió el premio Nobel de Paz en 1993, justo un año antes de ser elegido presidente de la república sudafricana y luego de haber sido privado de su libertad durante 27 años. Nacido en una villa al sur del país, se dedicó a luchar por los derechos de los negros que habían sido excluidos de la participación política en el gobierno.
En su vida como líder político y filántropo, el perdón se dio en varias dimensiones. Primero fue el perdón personal que entregó a las autoridades del Estado después de recobrar su libertad tras 27 años de cárcel, 18 de los cuales cumplió en condiciones precarias de alimentación, aislamiento, descanso y siendo forzado a trabajar picando piedra.
Durante esos años de condena recordó que la misión que proponía no sería desalentada por la estrategia de esconderlo del mundo, pero tampoco alimentaría el rencor, su energía no se invertiría en eso. Mandela decía: “para todos aquellos que se han encontrado en la tesitura de estar en prisión y tratar de transformar la sociedad, el perdón es natural porque no tienes tiempo de pensar en represalias”.
Más adelante vino el perdón colectivo al que Mandela invitó a los miembros de su partido durante la campaña a la presidencia de Sudáfrica, que concluyó con su posesión como el primer presidente negro de su país en 1994. Su mensaje fue una permanente invitación para que una eventual llegada al poder no significara tomar venganza de aquellos que habían gobernado y promovido la discriminación, sino una oportunidad para el reconocimiento y el respeto de las diferencias que enriquecían su país y que serían la base para la construcción de un acuerdo colectivo que los llevara a la paz.
“No hay nada como volver a un lugar que parece no haber cambiado para descubrir en qué cosas has cambiado tú mismo”.
Nelson Mandela.
Elegido por votación popular, después de una campaña que estuvo marcada por el sueño de un nuevo país, Mandela representó un hito en la historia sudafricana, un mensaje de libertad y esperanza para el mundo, y una oportunidad para la construcción de un nuevo Estado. Con su decisión de conformar un gabinete paritario de negros y blancos, y de garantizar la participación en el gobierno, como vicepresidente, de su contendor en las elecciones presidenciales quedó abierta la posibilidad de avanzar hacia la reconciliación nacional.
Así propuso el camino para el perdón político, que hizo valer como centro de su gestión y programa de gobierno para promover el encuentro entre enemigos, y que le permitió alcanzar un acuerdo de paz que parecía imposible, entre una mayoría negra —víctima de la discriminación racial— y una minoría blanca con un miedo profundo a la diferencia y en la que se concentraba el poder.
Mandela convocó a su pueblo, que se había acostumbrado a la guerra, a transformar la realidad desde el reconocimiento y la conversación con el otro. El perdón era la ruta, la reconciliación el objetivo y la paz el premio: “los valientes no temen al perdón, si esto ayuda a fomentar la paz”.
Foto de Keith Bernstein en la exposición Mandela My Life: The Official Exhibition del Museo de Melbourne.