¿Te tomas un momento en el día para mirar al cielo y agradecer la posibilidad de verlo en su esplendor? La historia de Juan David narra cómo un accidente le enseñó a comprender que el pasto del vecino no siempre es más verde.
En su afán por descubrir el mundo, Juan David, con tan solo dos años, corrió por el parque infantil. No sabía que su vida cambiaría. Era sábado 22 de septiembre de 1984 cuando resbaló y cayó sobre la puntiaguda rama de una penca.
El aguijón perforó su ojo derecho, rompió la córnea y le desacomodó el iris. Su visión quedó afectada permanentemente. Hoy, aunque reconoce colores y contornos, todo lo ve borroso por el ojo afectado.
Leon Festinger, psicólogo social, propuso en 1954 la teoría de la comparación social. Consiste en que evaluamos muchos aspectos de nuestra vida comparándolos con los de los demás. Juan David no era la excepción a la teoría.
Durante mucho tiempo deseó tener los ojos de los otros niños, poder leer lo que escribían los profesores en el tablero sin tener que acercarse a menos de un metro de distancia, no perderse aventuras infantiles por asistir a terapias o poder ver, aunque sea una vez y con total nitidez, el rostro de mamá.
Sin embargo, después de intentar buscar solución a su afectación, comprendió que nunca tendría una visión normal como otras personas. Por eso tomó una decisión: transformar todas sus frustraciones en retos y adaptarse a la vida, así para él fuera borrosa.
La vida es paradójica y a Juan, esa infancia entre médicos lo hizo curiosear con los temas relacionados con la medicina. Estudió Microbiología y Bioanálisis, un área en la que debe ver esas partes microscópicas que constituyen nuestro cuerpo y nuestro mundo.
Hoy, Juan celebra lo que logra tras cada obstáculo e inclusive agradece el accidente que sufrió, porque a partir de él forjó sus sueños, su vida y su visión del mundo. Todo eso le permitió asimilar que todo lo que hacemos y somos solo debe enfrentarse a una comparación con nosotros mismos porque de lo contrario, tendemos a distorsionar la realidad para, generalmente, agrandar las posibilidades de los otros y minimizar las propias.
Juan no ve el cielo tan claro como nosotros pero sí lo disfruta, siente y escucha con más claridad. Tal vez y contrario a lo que se escucha en las calles, el pasto del vecino no siempre sea más verde.
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Agradecer… La posibilidad de dimensionar con claridad nuestros talentos y posibilidades.
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