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Una enfermedad cualquiera
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Una enfermedad cualquiera

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“Un día empecé a notar que me estaba aislando de la gente que quería” esa fue la primera alerta para Laura, una diseñadora gráfica de 28 años que vive en Medellín. A su hallazgo lo siguieron incontenibles ganas de llorar y finalmente unos ataques de pánico que considera la peor sensación de su vida.

En ese entonces, hace 18 meses vivía sola, lejos de su familia siempre tuvo un carácter fuerte, su primera reacción fue preguntarse qué le pasaba y decirse “yo no soy así, no pasa nada”. Alguna vez sintió temor, tanto que entendió que necesitaba ayuda. Aunque tenía como costumbre ir al psicoanalista, pasar a la instancia siquiátrica le generó dudas, era como un tabú, en su mente pensaba que hacerlo la sacaba de la zona de la cordura. El día que se animó lo hizo al escondido, sin contarle a su familia. En su primera terapia recuerda que lloró mucho, pero que salió sintiéndose más liviana, sin ese peso que cargaba encima de sus hombros.

Su terapeuta lo primero que hizo fue decirle que su enfermedad, era como la de cualquiera, como la de un diabético que requiere insulina, o la de un hipertenso que necesita controlar el flujo de su sangre. La ansiedad y la depresión son un padecimiento más común de lo que se cree. De hecho, según cifras publicadas por el periódico El Colombiano el 25 de mayo del 2018, “de casi 21 mil pacientes atendidos en 2017 por síntomas de depresión, 16 mil eran mujeres. En pacientes esquizoides, de cada 100, 68 eran hombres”.

En la etapa más compleja de su enfermedad, Laura se distanció de amigos y gente cercana. Recuperarse tomó tiempo y recaídas. Pero el día que lo logró empezó a disfrutar de su mejor versión, además, ganó a una cómplice, su mamá, la misma a que temió contarle en un principio y que hoy es su
principal proveedora de información positiva acerca de la depresión, la persona con la que puede conversar abiertamente y en confianza acerca de
alegrías y tristezas.

Asistir al siquiatra no es una falla moral, de hecho, no es necesario sentirse enfermo para hacerlo, una terapia puede basarse solo en conversar, en exponer esas sensaciones buenas y malas que nos guardamos, en conocernos, en aceptarnos.

Cuando la depresión lleva a pensar en la muerte

Depresión no es  sinónimo de intento de suicidio, no obstante, tienen relación. Según el siquiatra Santiago Duque, el pensamiento en la muerte es absolutamente  normal, hace parte de la percepción misma de la vida del ser humano, los niños incluso piensan en la muerte, pero no tienen la percepción que es un adiós definitivo.

Cuando alguien tiene ideas suicidas no debe catalogarse de loco sino recibir esa información de forma serena, para que el tema no cause miedo, sino que por el contrario se converse de forma tranquila y no se convierta en una situación de ansiedad o angustia. Sin duda, la familia debe acompañarlos y ayudarles a generar una red de apoyo entre todos, para que la motivación por vivir sea mucho más fuerte que el deseo de morir.

Para una mente sana 

Pasa tiempo a solas en el que puedas hacer lo que te hace feliz. Reconcíliate con los pequeños placeres de la vida.

Regresa: Una mente sana 

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