No recuerdo el año, pero aún se votaba con papeletas y la gente salía de la urna con un dedo teñido de rojo. Mi papá y mi mamá siempre votaban por candidatos de partidos diferentes. Él fue liberal y seguidor de Luis Carlos Galán. Ella era conservadora, le gustaban Belisario y Pastrana. La noche anterior a la elección comimos los cuatro en la casa. El silencio inicial duró poco. “¿Por quién van a votar?”, dijo Juan Gabriel. Mi hermano y yo lo miramos. “Se enloqueció”, debimos pensar. “¡Somos unos niños!”. Así comenzó una buena conversación donde escuchamos mucho, preguntamos algo y hablamos poco, pero que marcó mi manera de ver las elecciones. Cada hijo tomó una decisión simbólica, pero crucial, sobre por quién votaría si pudiera hacerlo. Beatriz y Juan estaban en desacuerdo casi total en cuanto a política. Pero concordaban en que votar era un deber y además un placer, al permitirnos la satisfacción de actuar como buenos ciudadanos. El día de las votaciones era un domingo feliz. Nos poníamos ropa bonita, íbamos juntos a votar al frente de Oviedo y luego celebrábamos con un almuerzo en restaurante.
Más tarde, cuando cumplí dieciocho, saqué la cédula apenas un mes después de cumplir años. Planeaba votar en las elecciones de 1994, pero encontré un obstáculo imprevisto. El cierre de la inscripción de cédulas, trámite que jamás pude entender, coincidió con un viaje a Doradal. Pasé dos días de paseo cavilando sobre el infortunio de no poder votar. Entonces, armé un grupo dispuesto a ir a la ciudad a inscribirnos, en mi Fiat 147, modelo 82. La idea era hacer la vuelta, dormir y volver, porque tampoco queríamos perdernos el disfrute de la finca. Así que fuimos Emilio, Eduardo y yo. Inscribimos la cédula, mi mamá nos invitó a comer al mismo restaurante que le gustaba a mi papá para el día de elecciones y al amanecer volvimos a la finca. El carro sufrió mucho con el esfuerzo y de regreso para Medellín nos varamos al lado del río Samaná. Nos rescató una grúa, luego de una noche en medio de la vía. Gracias a este esfuerzo pudimos votar, cada uno por un candidato distinto, después de estudiar todas las propuestas.
Nuestro éxito esta vez será que una mujer que vive en un barrio y cría a sus hijos con esfuerzo, pero no participaba, se ponga a pensar y vote como le digan su corazón y su reflexión
Estamos en tiempos electorales. Una institución como Comfama no debe ni puede, y tampoco quiere, tomar partido político. Somos de todos y para todos los antioqueños. Jamás vamos a usar un centavo, un minuto de nuestro tiempo, ni un metro cuadrado o recurso alguno de la compensación familiar para apoyar a un candidato. Sin embargo, sentimos la responsabilidad de invitar a familias y empresas a que conversen sobre el proceso electoral inmediato. Ese es nuestro único objetivo con esta edición: enriquecer la conversación, promover la participación y fortalecer la democracia.
Antes de decidir, les sugerimos leer las propuestas, analizar las trayectorias y escuchar a diferentes fuentes. Los invitamos a que pregunten por las iniciativas de los candidatos sobre el desarrollo rural, las pensiones, la salud y la seguridad social. Queremos que miren sus posturas en paz, seguridad y convivencia, y observen bien sus aproximaciones a las problemáticas ambientales y al desarrollo económico. Analicen las propuestas en educación, cultura, derechos humanos, libertad de empresa e infancia, para mencionar algunos temas cruciales. Pero, sobre todo, queremos festejar a aquellos que votan libremente, que no obedecen lo que les dicen otros. Por ustedes no pueden decidir amigos, familiares ni empleadores, y mucho menos gente que paga por un voto (lamentablemente, aún sucede). El que cede su derecho a decidir está vendiendo su alma ciudadana. Queremos usar este Informador para proponer que, antes de la elección, en familia o con amigos, hablen de política, escuchen mucho y conversen hasta sentir la incomodidad que genera retar las propias preconcepciones.
Nuestro éxito esta vez será que una mujer que vive en un barrio y cría a sus hijos con esfuerzo, pero no participaba, se ponga a pensar y vote como le digan su corazón y su reflexión. Queremos que algunos que sienten que todo lo político huele mal, hagan la tarea de buscar oportunidades para sus sueños entre los discursos y trayectorias, y se decidan a votar el 27 de mayo. Nos hará felices que una familia campesina de nuestras regiones saque unos pesos de sus ahorros para el transporte al pueblo y vote por quien crean que puede apoyar mejor el desarrollo del campo. Queremos que los jóvenes emprendedores y artistas que piensan que no dependen de nadie, descubran que una sana democracia con mucha participación es, por definición, tierra fértil para las creaciones y construcciones humanas. En Comfama proponemos que en Colombia hablemos de política, frecuente y tranquilamente, para que sigamos buscando juntos los caminos que merecemos y aspiramos. Con esta edición pretendemos contribuir a que ningún colombiano se rinda ante esa idea, pasada de moda, de que no se debe hablar de política. Quienes aún piensan así, no comprenden, y queremos ayudarles a que lo hagan, que la democracia se nutre precisamente del debate permanente y del intercambio respetuoso de las ideas.
Excelente artículo!!!