Por: Belén Torregrosa Filóloga, consultora y especialista en Storytelling
Perdón es una palabra en evolución que suena distinto en función del idioma: I’m sorry, dice el inglés; Mi dispiace, el italiano; Entschuldigungbitte, encadena el alemán; Je suis désolé, musita el francés.
Del latín par donare, el perdón en español es un regalo que algunos días comienza por uno mismo: nuestro pie izquierdo lo sabe, también los que nos quieren y nos invitan a darle una vuelta a nuestra realidad.
El perdón, como el amor, “no domina, se cultiva”, decía Goethe. En alemán, la palabra Entschuldigung se remonta a ese lugar donde perdonar es liberar (Ent) o liberarse de la culpa (Shuld).
Los americanos han logrado convertir al sorry en algo de todos los días: en las colas en el metro o a paso ligero, sus cuatro letras dan mucho juego.
Para los italianos, pedir perdón es invocar al placer, encajar las piezas, hacer hueco al misterio. Si a su Mi dispiace sonoro le añadimos cinco dedos en forma de cono, el perdón a la italiana es un gol al disgusto capaz de ganarle la partida al días más difícil.
En el mapa de palabras que construyen realidades, perdonar es verbo de acción que invita a cultivar el estilo personal: en el fondo y en la forma, el perdón es una historia que gana cuando llega en versión original.
Se dice del perdón…
“El perdón es puñado de sentimientos que a veces nos acaricia cuando el alma llora”.
Mario Benedetti, poeta.
“Se perdona mientras se ama”.
François de La Rochefoucauld, escritor, militar y filósofo.