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La cultura,  ¡la cultura!
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La cultura, ¡la cultura!

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Recuerdo más los sentimientos que los hechos. Tengo en mi memoria una sala llena por segunda vez para la presentación de la obra de teatro creada por los estudiantes de mi grupo de once, en 1992. Los aplausos y gritos hacían temblar el edificio.

Aunque tal vez el que más temblaba era yo. Mi debut y despedida de las tablas fueron con el papel del Señor Realidad, un maestro odioso que criticaba la fantasía, en búsqueda de las cosas más “concretas y útiles” de la vida y que más tarde se reconciliaba con los sueños y las creaciones de la imaginación humana.

Casi ninguno de mis compañeros del colegio se acuerda. Pero Emilio, amigo de la vida, me quiere mucho y aún repite que ese día pensó que me iba a dedicar para siempre a la actuación. Me tocaba darle un golpe a una mesa en medio de mi parlamento, pero cuando llegó el momento estaba lejísimos del mueble, así que improvisé una patada a la tarima y un grito que al menos lograron despertar a los que aprovechaban la oscuridad para dormir la siesta del almuerzo en esa tarde envigadeña.

Era una obra inspirada en otra que habíamos visto en un festival al que nos llevaron del colegio: Juegos Nocturnos I, de Jean Tardieu, montada por el Matacandelas. Todavía me acuerdo del primer ensayo, cuando me tocaba reír y apenas logré un postizo “ja, ja, ja” que daba grima. Ese mínimo paso por el teatro me cambió la vida para siempre.

Vencí el miedo escénico, conocí mejor mi cuerpo, aprendí un poco de las posibilidades de la voz y superé el terror a la burla que me había perseguido durante casi toda mi vida escolar.

Ese es uno de los grandes poderes de la cultura y las artes: nos permiten reconocernos, encontrarnos y mejorarnos. Esto les da un inmenso valor social, además de la belleza que le imprimen a la vida cotidiana. Por ello, hoy en día, muchos líderes empresariales y políticos comienzan a coincidir en que la cultura puede ser una de las respuestas para un mundo que se encuentra frente a la paradoja de vivir en medio de los más importantes avances de la civilización humana y al mismo tiempo experimenta unos conflictos y desencuentros políticos, ambientales, religiosos y sociales que tienen el potencial de terminar prematuramente nuestra historia como especie.

Por eso me conmovió el texto del chelista Yo- Yo Ma para el reciente Foro Económico Mundial, donde nos recuerda: “Como humanos, naturalmente necesitamos alimento, agua y refugio. Pero igualmente importante es el entendimiento. Para sobrevivir, necesitamos entender nuestro entorno, a nosotros mismos y a los demás. Inventamos la cultura para esto: nos ofrece una síntesis de los valores esenciales y las verdades que sostienen a una sociedad y la convierte en una narrativa codificada, con sonidos, imágenes y símbolos que significan algo para toda la humanidad (…) La cultura convierte al ‘otro’ en parte de ’nosotros’”.

Aunque durante muchos años fue común pensar que la cultura era sinónimo de las artes, las letras y otras creaciones humanas, en estos últimos años hemos aprendido que cabe una definición más amplia, que incluye la cultura ciudadana, los valores de los pueblos, su memoria e identidad.

Por eso, como parte de nuestra tarea permanente de buscar nuestro sentido institucional y enfocarnos en lo más importante para empresas y familias de Antioquia, en Comfama hemos querido proponer una unión entre educación y cultura, ciencia y arte, conocimiento e intuición.

En la Caja, su caja de posibilidades y oportunidades, nos emocionan las artes y también la cultura, según esa definición moderna. En consecuencia, abrazamos a ambas y nos proponemos aportar desde nuestro rol al enriquecimiento de las conversaciones antioqueñas y, tomando prestada la frase de Javier Arango que cita el rector de Eafit, al embellecimiento de nuestro cotidiano.

Queremos más música, fotografía, cine, teatro, literatura, reflexión, memoria, tertulia, conversaciones sobre cómo somos y podríamos ser, sobre cómo vivimos y podríamos vivir, muchos encuentros con lo local y lo global, lo actual y lo ancestral, siempre con lo más puramente humano.

Nos comprometemos con la cultura no solo por gusto y principio, sino por convencimiento de que el desarrollo, la convivencia y la plenitud provendrán, ante todo, de la consciencia, y esta emana como de una fuente, pura y limpia, de las creaciones que nos llegan de artistas y creadores de todas las épocas, sociedades y continentes.

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