“Tal vez necesitamos de más benevolencia (benevolencia suena a santidad, aunque no debería ser así), o mejor, de menos severidad con las personas, sin perder el vigor de la argumentación”.
Mauricio García Villegas, El país de las emociones tristes.
«¿Cómo vamos a dialogar con un Estado asesino?», me escribió alguien, luego de haber hecho una tranquila invitación a la conversación, a dejar de aferrarnos a nuestras ideologías y a ciertos modos de pensar, en la que citaba al biólogo chileno Humberto Maturana, quien había muerto un par de días antes.
«Los jóvenes no pueden definir la agenda del país y menos a la fuerza», me dijo un empresario afectado por los bloqueos, como respuesta a otra invitación a escuchar la voz de esta población, a reconocer sus dolores y a abrazar la urgencia que tienen de paz, empleo, emprendimiento, inclusión, cuidado del medio ambiente y educación.
Me quedé pensando, dolido y asustado, confieso que sentí, incluso, algo de angustia. Si así hablan los más razonables, las personas de buen corazón, ¿qué dirán los otros, los extremos que admiten la violencia? ¿Cómo unir estos extremos, estos polos opuestos?, ¿cómo sentarlos a conversar? Siempre, la pregunta en Comfama es ¿cómo podemos servir? Hacernos los locos, «pasar de agache», etcétera, no era una opción…
Muchos fenómenos convergen; marchas ciudadanas no violentas, dificultad para lograr acuerdos políticos mínimos, estallidos callejeros, violencia verbal y armada, oportunismo político, aprovechamiento de parte de actores ilegales y, a pesar de los esfuerzos de muchas personas bienintencionadas, grandes limitaciones del Gobierno y de las instituciones para responder adecuadamente ante tan monumental desafío.
En las últimas semanas Colombia se ha sacudido. En una especie de tormenta perfecta confluyeron problemas que envejecieron mal, heridas recientes que habían sanado en falso, expectativas y promesas no cumplidas, con el cansancio, la pobreza y el hambre derivados de la pandemia. Estamos frente a hechos inéditos, que parecen estar a punto de superar nuestras capacidades y recursos. Se trata, tal vez, de un cambio de época, una transición de valores, un mundo que emerge y que no tiene vuelta atrás si no llegamos a unos nuevos acuerdos sociales, acerca del país que queremos y podemos ser.
Una salida fácil y obvia es mirar hacia los gobernantes. Criticarlos por todo lo que hacen o dejan de hacer y sentarnos a esperar a alguien que nos salve. Sin embargo, el ejercicio ciudadano implica la responsabilidad de preguntarnos qué podemos hacer. En el siglo XX esta pregunta se respondería invitando a esperar las elecciones y a votar a consciencia. Sin embargo, ese paradigma está superado desde hace rato. Claro que debemos votar y, como le escuché a una joven líder hace unos días, debemos también ser veedores y exigir permanentemente a nuestros gobernantes. Los mejores gobiernos están limitados por la calidad de las instituciones y por la cultura política de las sociedades. Sin embargo, la pregunta ahora es más precisa y el reto, tal vez, mayor. ¿Qué podemos hacer desde nuestro lugar en el mundo, reconociendo que todos podemos ayudar?
La propuesta de Comfama, que no es más que otra hipótesis para seguir conversando, es que todos podemos construir paz desde nuestro espacio. Cada uno puede y debe ser mediador en este momento histórico.
Tal vez estamos frente a un fenómeno de descontento que va más allá de lo que pasa en las calles. Nadie debería criminalizar las marchas, así haya algunos criminales pescando en río revuelto, hacerlo sería pretender tapar el sol con un dedo. Quizá las marchas sean apenas un reflejo de lo que se vive, silenciosamente, en el corazón de muchos que callan en hogares y empresas. Hay otros que no marchan, pero sienten igual, y quizás estén dentro de su organización, querido empresario, o en su casa, apreciada madre de familia. ¿Ya indagamos acerca del paro con los jóvenes más cercanos, empleados, hijos, familiares o vecinos?
Los conflictos más complejos surgen y persisten debido a la poca comprensión que el ser humano alcanza a tener de las emociones propias y ajenas, de lo limitado de nuestras percepciones. La precaria empatía de la que somos biológicamente capaces es una herramienta imprecisa para la complejidad de los problemas de las familias y organizaciones modernas, y de sociedades democráticas compuestas por millones de personas que nunca se conocerán entre sí, y que conforman lo que llamamos ciudades y naciones.
A pesar de este inmenso desafío y sus dificultades, en Comfama queremos promover la comprensión de esta complejidad. La respuesta, si no está en la biología, podría muy bien estar en la cultura. Es necesario dialogar, toca escuchar, porque los colombianos nos debemos y le debemos a las nuevas generaciones la paz y la concordia social.
Por esto queremos invitar a un ejercicio de escucha comprensiva y compasiva del otro, de los otros. Despolarizar es de las cosas más difíciles en la era de las redes y de la cultura de la cancelación. Escuchar es un reto mayúsculo cuando pensamos que el interlocutor es inmoral o tonto, o que en el mejor de los casos está mal informado. Sin embargo, casi todos, excepto algunos sociópatas, tenemos un núcleo de valores comunes y buscamos, por lo menos, la justicia y la compasión. En cada historia de vida hay, además, experiencias y emociones que nos unen. Todos tenemos sueños, hemos sido heridos, hemos sentido miedo; todos tenemos por allí, en el fondo, la esperanza de no tener que pelear para ser lo que queremos ser.
Ante este escenario, hoy en Comfama tenemos más claro que nunca que somos puente y territorio de paz, que nos corresponde generar encuentros improbables y promover conversaciones difíciles. A la seguridad material que proviene de subsidios, becas y empleos, debemos agregar la búsqueda de seguridad existencial, para sentirnos todos reconocidos, respetados y tratados con dignidad. Por eso estamos listos para dialogar y escuchar todas las voces con cariño, así vengan envueltas en ira o rellenas de miedo. Esta Revista busca alentar discusiones en familias, grupos de amigos y empresas, para que en lugar de negar o quejarnos de lo que estamos viviendo, nos volvamos parte de la solución.
Las Cajas nacimos del diálogo social y seguiremos comprometidos con él, queremos estar presentes en estas épocas grises como hemos estado siempre, en los auges y en las crisis. Por eso, los invitamos a leer estas entrevistas, estas historias, estos consejos sobre cómo escuchar, cómo dialogar, cómo comprender sin juzgar y cómo buscar lo que nos une en vez de concentrarnos en lo que nos separa.
Hicimos este trabajo con amor y estamos comprometidos con múltiples iniciativas de construcción de paz, tanto en lo nacional como en lo regional, porque tenemos la aspiración realista de que, en esta tierra de Antioquia, donde tanta violencia ha habido en las pasadas décadas, haya cada día más personas que unan en lugar de dividir, que medien en lugar de insultar, que negocien no para vencer sino para engendrar victorias colectivas, que construyan futuros posibles, utopías ambiciosas hacia las que podamos, al fin, caminar juntos.
***
Es el año 2021 y Colombia vive días de protesta. Miles de personas salen a las calles a reclamar por la igualdad, en el marco del denominado paro nacional. Por eso, esta edición de la revista Comfama es un compendio de puntos de vista distintos que confluyen ante las mismas preguntas. Algunas de esas miradas son comunes, otras no, pero todas son valiosas y complementarias. Se trata de un ejercicio de escucha y conocimiento del otro, una invitación a tomarse el tiempo necesario para calzar sus zapatos y ver que dialogar es posible. Para argumentar esta premisa, en cada una de las páginas de esta edición tendremos lecciones tomadas de John Paul Lederach, experto internacional en negociación y resolución de conflictos.
Mi completa admiración por David Escobar, Es un ser inspirador y a mi personalmente me inspira a seguir mi propósito… leerlo en esta revista es espectacular su forma de escribir me encanta, me gustaría poder escucharlo más en entrevistas como la de hoy en emisora de la cámara.
Totalmente de acuerdo. Tenemos que aprender a ecuchar al otro, aún cuando no tengamos los mismos ideales. De las diferentes aproximaciones a nuestros problemas, es que saldrán las soluciones.
Excelente, David, de acuerdo con tu plantsmiento
Maravillosa propuesta!
Gracias David.