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Celebrar el gozo espiritual
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Celebrar el gozo espiritual

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Los grandes cambios y transiciones de nuestras vidas se dan por esas cargas que, innecesariamente, llevamos a cuestas. A Mar Giraldo hacerse consciente y responsable de sí misma la llevó a escuchar el llamado de una fiesta ancestral: el yagé.

 

Todo empezó con la angustia, la confusión y la tristeza, sensaciones que todos hemos experimentado alguna vez y que seguramente hemos normalizado. Lo hacemos sin saber que en esos mismos sentimientos habita la valentía y el cambio.

Las buenas fiestas se preparan. El yagé no es la excepción. Se trata de un ritual que comienza en los días previos, hay que ponerle atención al cuerpo y a la mente, buscar espacios tranquilos que se conviertan en refugio, meditar y orar como cada uno prefiera, y alimentarse de forma diferente, por ejemplo, hay que evitar las carnes rojas y los lácteos al menos durante una semana, la razón: la fiesta necesita que estés lo más liviano y tranquilo posible.

Cuando el día llegó, para Mar hubo algo de expectativa y hasta nervios: es la incertidumbre de lo desconocido al que se accede con todo el amor por uno mismo y su entorno, y aunque el yagé es una fiesta individual para el espíritu, nunca se está solo. Novatos, personas que ya están en su proceso, el taita que guía y los hermanos de luz y los hombres de fuego acompañan a cada asistente toda la noche.

Esta fiesta tiene lugar en una maloca, construcción de madera tradicional de los pueblos indígenas. La oración y la meditación son el momento inicial que marca el comienzo de una noche infinita de sanación, para Mar fue un momento en el que podía permitirse parar la mente y dejarse encontrar por la medicina. Así que, cuando estuvo más tranquila y consciente, inició la toma de las dos medicinas (llamadas chimú y rape) que la seguían preparando para la medicina principal: el yagé.

«El cuerpo puede experimentar una sensación de incomodidad, pero en ese momento sentís que ya estás dispuesto a tomar el yagé. El primer trago, aunque amargo, te pone a bailar y a cantar; sí, también a vomitar, aunque su verdadero significado es aliviar. La sensación de tu cuerpo y mente se asemeja a como cuando uno busca algún documento desesperadamente o la página de un libro que anhelas repetir; lo que estás buscando son tus propias respuestas. El segundo trago, casi una o dos horas después del primero, te da el impulso definitivo para sanar».

La música, que también es medicina, acompaña durante la noche, todo empieza a sincronizarse: el ritmo de los tambores y los pensamientos que han sido dejados a la merced de la medicina. Todos desde su propia vivencia se reúnen alrededor del fuego para celebrar la decisión de buscar, a través de una fiesta colectiva y espiritual, sus propias luces.

«El que mira hacia adentro despierta», repite el taita y sin darse cuenta, Mar ve que el amanecer llega, y con la luz del nuevo día se reconoce distinta o al menos, consciente y responsable por su salud espiritual y emocional, pero lo que más le conmovió: compartir con otros su fiesta y saber que, desde ese momento, también consiguió una nueva tribu con la cual celebrar la vida y el gozo espiritual individual que también es colectivo.

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