El vientre comienza a abultarse y el temor se mezcla con la felicidad de saber que un ser amado crece dentro de ti. Mariana Vanegas, siendo muy joven, tuvo a Salomé, su primera y única hija, una pequeña de pocos meses de nacida que cumplió lo que prometió sin siquiera haber visto la luz del sol: que sería la alegría de la casa. También fue el artífice de que su mamá asumiera una posición más crítica frente a su vida y su sexualidad. Mariana, con esa felicidad a flor de piel que solo las madres entienden, decidió planificar y dedicarse de lleno a esa nueva persona que llegó para robarse su corazón por el resto de su existencia.
En la decisión de Mariana también tuvo que ver Shirley Andrea, su madre, quien al igual que su hija, fue madre a temprana edad. La ahora abuela fue quien le recomendó buscar información, asesorarse, explorar e indagar por la mejor forma de prevenir un nuevo embarazo.
(Lee también: Somos iguales, tú y yo: señas que conectan).
Luego de una visita a Comfama y de hablar de métodos de planificación, temas que en otros tiempos difícilmente podían tratarse sin tapujos, Mariana decidió qué tipo de anticonceptivo comenzaría a usar: “Me iba a poner el Yadel, pero me recomendaron que todavía no, que probara otro antes, y acepté la inyección y voy en la segunda sin efectos secundarios”.
Esta joven, que tenía miedos por los efectos de los fármacos, probó que el temor tiene pocos fundamentos cuando el proceso de planificación se da con la debida asesoría. Así que por ahora solo seguirán siendo abuela, madre e hija, y con ellas el compromiso de buscar siempre lo mejor para las tres.