Mi Comuna Dos no es solo un medio de comunicación, es también un proceso de construcción comunitaria. Nació en 2008 para buscar, desde las historias, cambiar los estereotipos que existían en Santa Cruz. Un relato de cómo la insatisfacción puede ayudarnos a transformar el territorio.
Hace 13 años existe en Medellín un medio de comunicación comunitario capaz de transformar las realidades de los habitantes de la Comuna Dos, Santa Cruz. Nació, como lo relatan Marcela Londoño Ríos y Lorena Tamayo Castro, gracias a la insatisfacción que un grupo de personas sentía al ver que en los medios de comunicación masivos solo se contaban las historias de sus barrios cuando tenían que ver con la sangre, el dolor y el terror.
«Estos estigmas eran muy dañinos para nosotros. Muchas personas que iban a buscar trabajo eran rechazadas en las entrevistas solo por vivir donde vivían», expresa Marcela, comunicadora social de la Universidad Minuto de Dios, quien hace parte de la segunda generación de líderes y lideresas que han hecho posible en el tiempo este sueño.
Las narraciones proporcionan claridad y nos ayudan a descubrir nuestros sentimientos y a comprender el entorno que nos rodea. Fue así como, en noviembre de 2008, un grupo de personas decidieron emprender un camino democrático: priorizaron dineros del programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo para hacer del propósito de tener un medio de comunicación que construyera territorio una realidad. Muchos fueron los enemigos que se encontraron en este viaje, también las miradas oportunistas de quienes solo querían promover sus intereses e incluso la imposición de agendas particulares lejanas a sus objetivos; pero, transitaron el camino hasta lograrlo, un camino en el que la insatisfacción fue un motor, un aliciente y un estimulo. Aún lo es. «Es imposible no estar insatisfecho en esta ciudad y si uno no hace algo para transformar sus realidades, lo que hace es replicar», dice Marcela con contundencia.
Pero elevar los sentidos no fue lo primero que pudieron hacer en Mi Comuna Dos. Las primeras publicaciones que tuvo el medio fueron alrededor de los planes de desarrollo locales, las ‘juntanzas’ y fortalecimiento de los territorios y algunos temas de convivencia como el manejo de las basuras.
Esos temas sin duda eran importantes; pero, la insatisfacción seguía ahí porque lo que el equipo quería era contar historias de sus héroes y heroínas, de esos que transforman con su trabajo, de quienes se levantan todos los días con la ilusión de hacer de Santa Cruz, Andalucía, La Frontera, La Isla, La Rosa, Moscú, Pablo VI, Playón de los comuneros, La Francia, Villa del Socorro y Villa Niza, mejores lugares para vivir. Perseguían y persiguen un propósito infinito: «Que ninguna persona se sienta mal por vivir en la Comuna Dos y que con el tiempo las personas no entiendan que irse es la solución. Que se quieran quedar para trasformar en comunidad», dice Lorena, también comunicadora social de Uniminuto y quien, sin temor a expresar su vulnerabilidad, confiesa que ella en algún momento también quiso irse.
Pasaron muchas lluvias y soles y desde Mi Comuna, la corporación que le da vida al medio, que es mucho más que un periódico y que para Marcela y Lorena es en sí misma un proceso de comunicación que hoy cuenta historias cotidianas, emocionantes y reales que empezaron a dejar un mensaje que aún sigue vivo: somos mucho más que violencia. «Hemos aprendido más de lo que somos, a conocer nuestras historias y a respondernos muchos por qué. Esto nos ha llevado a ser más críticos, a asumir lo que nos corresponde; pero, también a entender todas las violencias que nos rodean, entre ellas las del Estado», concluyen Marcela y Lorena, ambas impulsadas por sus madres para convertirse en comunicadoras comunitarias.
Hoy Mi Comuna, además del medio de comunicación Mi Comuna Dos, también cuenta con semilleros de comunicación en los colegios, concursos de cuento y de fotografía, actividades culturales y otros trabajos de integración comunitaria. En la 2 convirtieron la insatisfacción en un estimulante para combatir los imaginarios.
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En defensa de la insatisfacción proactiva… Porque vale la pena perseguir un propósito infinito.
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