Siendo una lectora juiciosa desde la niñez, me di cuenta de que mi relación con la literatura y las humanidades había estado determinada por la mirada masculina, por las voces de escritores y pensadores, muy buenos todos, pero todos hombres.
Por: Jenny Giraldo García. Periodista y Directora de Mujeres Confiar.
Intercambio seguro de datos: 8 hombres, 0 mujeres. Paz, perdón, memoria y tierra: 7 hombres, 0 mujeres. Encuentro de Líderes Cooperativos: 8 hombres, 1 mujer. Lactancia en la naturaleza: 4 hombres, 0 mujeres. La importancia de las mujeres en los consejos: 4 hombres, 0 mujeres. Redefinir el capitalismo: 4 hombres, 0 mujeres. Hace diez años yo no hacía estas cuentas. Me interesaban los temas y los aprendizajes, poco me importaba quienes hablaban.
Pero un día me di cuenta de algo que transformó esa mirada: entrada ya en las sendas del feminismo y siendo una lectora juiciosa desde la niñez, me di cuenta de que mi relación con la literatura y las humanidades había estado determinada por la mirada masculina, por las voces de escritores y pensadores, muy buenos todos, pero todos hombres. Y no tiene nada malo que sean hombres. Lo preocupante es que tantas mujeres hayan sido y sean todavía invisibles.
A partir de ese reconocimiento asumí un compromiso: visibilizar a las mujeres y señalar sus ausencias. Entendí que esto no
es intencional, pero lo que hay de fondo es una historia muy larga de exclusiones y discriminación que ha dejado al margen a la mitad de la población, y en esa mitad estoy yo. Y a mí, como a tantas otras, me han dicho que calladita me veo más bonita o que a una buena mujer la caracterizan la sonrisa amable y la discreción.
Comprometida con esa causa, y como inquieta —o intensa— usuaria de Twitter, me encontré una etiqueta: #NoSinMujeres, y comencé a seguir campañas en otros países. También me encontré con #AllMalePanel (algo así como “todos hombres en el panel”) y, recientemente, con más fuerza, #SinMujeresNo. Y vi que somos muchas y en muchas partes las que nos hemos convertido en eco de este reclamo.
No es fácil tomar la decisión de exponer estos eventos. A veces son organizados por entidades cercanas o en ellos participan buenos amigos a los que «se les pasó» preguntar si había mujeres. No siempre lo hago público, a veces voy directamente a los organizadores, pero me mantengo firme en esa tarea. Porque decir «sin mujeres no», no es decírselo solo a los eventos; estos son vitrinas que admiten que circulen pensamientos, reflexiones y conocimientos. Son escenarios que nos permiten comprometer la palabra pública, y eso siempre implicará retos y oportunidades para quienes participan. Y para muchas mujeres un panel puede ser una oportunidad.
Encontrar a las mujeres tampoco ha sido fácil, son muchas las llamadas que hay que hacer. Pero cuando están la convicción y el compromiso, es posible. En mi caso, he vivido experiencias que me reafirman la importancia de mantener la alerta sobre este tema. Hace poco escuché al editor de una serie de compilaciones literarias diciendo que hace cinco años esta no era una pregunta, pero que hoy siempre buscan, intencionalmente, que haya autoras en los libros. He recibido llamadas para preguntarme por mujeres para invitar a un panel. Me han llamado amigos a decirme que necesitan nombres de mujeres para proponer en eventos a los que han sido invitados y en los que no hay ninguna.
Cuando decimos «sin mujeres no», se lo estamos diciendo a la sociedad toda. No sin mujeres en las decisiones familiares, en la academia, en las publicaciones colectivas, en las juntas, consejos, altas gerencias o cuadros directivos. No sin mujeres en el deporte, en la industria, en los medios de comunicación, en los gabinetes, concejos, asambleas, cámara y senado.
¡No sin mujeres en el debate electoral! Sembrar la inquietud por lo que es justo sí da frutos. Estoy segura de que cada día
iremos ganando más conciencia sobre la necesidad de tener espacios polifónicos, que den cuenta de nuestra diversidad. Por eso, hasta que no haya que decirlo, yo lo seguiré repitiendo: ¡#SinMujeresNo!
Mujeres Confiar
La que nació como una plataforma para destacar historias de mujeres que transforman, hoy es un programa de comunicación pública enfocado en la inclusión. Su impacto llega no solo a los públicos externos de la Cooperativa Confiar, también a sus
trabajadores.
Como es adentro es afuera. Con esta afirmación podría describirse el impacto de Mujeres Confiar, no solo en la vida de quienes visitamos con
frecuencia este medio de comunicación, también de las personas que trabajan para la cooperativa.
De Mujeres Confiar aprenden todos. Las audiencias, los asociados y los trabajadores quienes hoy, incluso, cuentan con un programa complementario al de las mujeres: Confiar entre iguales, para reflexionar y entender que el cambio también implica las veces de la población sexualmente diversa y de las nuevas masculinidades.
Ser socialmente conscientes les ha permitido en Confiar no solo contar con programas como Mujeres Confiar, también lograr la equidad salarial y una participación femenina en la organización del más del 70% de la población laboral. Un logro para cerrar brechas, seguir avanzando con certeza y que quiere aplanar una de las deudas históricas más grandes de la humanidad: el entendimiento del liderazgo femenino para ser mejores.