David fue un emprendedor que apoyó a otros cuando buscaba una alimentación saludable para los clientes de su restaurante. Su negocio cerró pero el hábito lo conserva. Para él, apoyar la economía local es consumo responsable.
David es un enamorado del campo, pero nunca había sido consciente de la relación desigual del campesino con el intermediario que compra sus cosechas, de los precios de los productos que fluctúan sin aviso y de las constantes pérdidas que enfrentan.
Este comunicador social, estuvo en un proceso de formación audiovisual con ingenieros ambientales de la Universidad de Antioquia y con ellos visitó el corregimiento de San Cristóbal, en Medellín. Allí vio cómo un campesino con quien hablaban tenía las manos y la piel maltratadas por el sol y los químicos usados para cultivar.
David se fue impactado, no solo por el mercado al que se enfrentan muchos campesinos, sino por el efecto que los químicos pueden producir en la salud de quien cultiva y quien consume. Pese a la imagen de las manos y la piel maltratada que lo acompañó por años, nada había cambiado en la vida de David. Fue hasta que emprendió y decidió abrir un restaurante de comida artesanal que paulatinamente fue encontrando una nueva forma de consumo.
David es un apasionado por la cocina y la alimentación saludable. Por eso fundó Flora, su restaurante. Cuando empezó a evaluar los pro y los contra de los insumos para su negocio, quería que sus productos fueran de buena calidad y que los costos fueran rentables. Buscó una opción cercana que no implicara mucha logística a la hora de comprar, que fuera justa con quien cultivaba y que cumpliera con el propósito orgánico que quería.
Así conoció a Gabriel, un campesino de San Cristóbal que quería comercializar productos más limpios y amigables con la tierra. «No producía grandes cantidades, pero sí con buenas propiedades. Los tomates, las cebollas tenían un sabor diferente, más dulce», dice David.
Entre Gabriel y David se formó entonces una relación comercial cercana y constante y David adquirió la costumbre de comprar local. Cuando años después cerró su restaurante, no solo compraba las verduras en un mercado local, también compraba los granos, las proteínas, la miel y el café. Para él era más importante la calidad del producto que el precio de este. Además, así como él se sintió apoyado cuando emprendió, quería apoyar a un cultivador de la región.
«Los productores locales mantienen un precio estándar que a veces puede ser un poco más caro que en los supermercados, pero cuando suben los insumos, hay paros, guerras, pueden incluso, ser más baratos», dice.
Comprar local se volvió hábito. Busca emprendimientos donde puede comprar otros productos «no solo por la calidad, también porque es un intercambio más justo con los productores, con la tierra y puede hacer que el campo sea rentable para los campesinos».
¿Compras local?
En este mapa te mostramos de dónde provienen algunos de los productos más consumidos actualmente y opciones locales que puedes explorar.
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¿Cómo contribuyes a la economía de la región en la que habitas?