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Reflexiones de un solitario
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Reflexiones de un solitario

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“Todos en la vida compartimos lo que tenemos, el amor, el dinero, la alegría, todo se comparte en esta vida, menos una sola cosa que se llama soledad”, Chavela Vargas.

 

Por: Lucas Yepes

Me llamo Virgilio, como a la mayoría de la humanidad, este momento me pilla sin prepararme y empiezan a rondar tantas preguntas por mi cabeza. Como diría el poeta César Vallejo “Hay golpes en la vida tan fuertes… yo no sé”.

Existen miedos que se anidan en el alma. Es tiempo de cuarentena y la soledad en algún momento tocará a nuestra puerta. Lo pienso, mientras desempolvo libros y discos viejos que me hacen recordar que, un día, alguien me dio un poema o compartió conmigo una canción que sabía que me iba a gustar. Hoy, disfruto de cada verso que marcó una parte importante de mi vida. Hoy, las palabras se conjugan con un silencio que aturde.

Vuelvo a la música. Entre estribillos se reza a la soledad. “Soledad, vuelve ya / vuelve ya mi soledad”, dice Chavela Vargas. Goyeneche trina… “uno está tan solo en su dolor” y Rolando Laserie, sin pudor, saluda: “Hola soledad”. Le da la bienvenida a la ausencia de gente, a una emoción que supone tristeza y desesperanza para algunos, oportunidad y encuentro para otros. Sin sombra no puede existir la luz y tal vez este momento sea la hora de resignificar la palabra soledad, esa condición tan íntima que no se puede compartir, pero sí disfrutar.

Para entender hay que sentir, solo así podemos descifrar las estrechas relaciones que existen entre los espacios que habitamos y lo que sentimos. Pasando las emociones por la vida podemos entender que la soledad nos habita, al menos eso creo. Quizá somos fragmentos de un rompecabezas y los momentos de soledad son solo una pieza más que junto a nuestras familias, amigos, compañeros y desconocidos completan ese misterioso lienzo al que llamamos vida.

Mientras converso con ellos, en la distancia, pienso que volverán esos días en los que, como lo hace la naturaleza ahora, recuperaremos lugares que fueron nuestros, esos en los que la cultura vibró con obras en teatros y la música le puso banda sonora a los parques. Las calles, poco a poco, recobrarán el color de las carretas con frutas. Las flores de ventana recibirán de nuevo las visitas de quienes se atrevan a contemplarlas y las semillas que un día fueron sobras, nos sorprenderán con frutos de pimentones, ajíes o tomates.

Recordaremos, tal vez sin respuestas, todas esas esas preguntas que se colaron por las rendijas del silencio y que se sembraron en nuestro interior. El lugar que habitamos no es otro que nosotros mismos y no volverá a ser igual. Todo cambió.

Al despertar de este extraño sueño, ojalá por lo menos en la resaca de este mal trago, solo espero que los sentimientos de solidaridad, empatía, compasión se aniden en nuestra alma para seguir caminando de la mano con otros, porque, cuando llega la soledad, también llegan con ella los re-pensamos, nos re-sentimos y nos re-significamos.

 

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