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Personas que nos cuidan desde «su banquito»
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Personas que nos cuidan desde «su banquito»

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Mientras quienes pueden se confinan para detener la propagación de la COVID-19, un puñado de valientes nos cuidan desde el cumplimiento de sus labores.

 

«Cada uno desde su banquito» es una frase de Martín Von Hildebrand para recordarnos cómo todos podemos aportar a un mundo diferente desde cada una de nuestras acciones. Todos tenemos el poder de cuidar a nuestro círculo cercano, hacer nuestras labores de forma correcta y disciplinada es la manera de aportarle a un presente y futuro posibles.

Rafael, Juan Manuel, Marcela, Cristian, Mariana, Stefanía y Paola lo hacen, con dedicación. A veces no los vemos, pero ellos nos cuidan.

Rafael Morales Riaño tiene 60 años de edad y es conductor de tractomula. Aunque el Gobierno eximió del pago de peajes a los transportadores de alimentos e hidrocarburos, sabe que no hay garantías en las carreteras. Come y duerme en su vehículo porque no hay restaurantes ni hoteles abiertos. Realiza con orgullo su labor, sabe que cuando todo haya pasado habrá aportado a que a nuestros hogres siguieran llegando elementos esenciales durante un momento complicado.

Juan Manuel Peláez es bacteriólogo, tiene 31 años y trabaja en Sura. Sabe que junto a sus compañeros está en la primera línea de combate frente a la pandemia, cuida a pacientes infectados, les hace seguimiento y además detecta nuevos contagios. Es mortal y reconoce que siente temor, sabe que vienen días difíciles, pero confía plenamente en que se han preparado lo suficiente para afrontar la situación.

Stefania Salazar Casas trabaja en un supermercado, tiene  24 años de edad y se siente orgullosa de la labor que desempeña junto con sus compañeros, es consciente de que son responsables, en buena medida, de que muchas muchas familias puedan mantener abastecidos sus hogares. Cada mañana experimenta sensaciones extrañas, ir hacia el trabajo y ver todo cerrado, calles vacías, el silencio, sentirse desprotegida. «Saber que la gente tiene miedo, que esto no es normal». Sin reparos está cada día en su puesto de trabajo, toma todas las medidas de protección necesarias, se cuida y cuida a los suyos. Anhela en las noches llegar a casa y abrazar a su mamá.

Marcela Giraldo tiene 43 años y es profesora en la Universidad de Antioquia. Para ella, la cuarentena ha hecho más complejo el trabajo, ya que no puede enfocarse solo en él. También debe pensar en cocinar, ordenar la casa  y lavar ropa. Sin embargo, dice “si existen actualmente métodos para seguir educando, no podemos parar, debemos ayudar a que las personas aprovechen este tiempo, que se entretengan, que se formen, así este tiempo será más fácil de llevar”.

Cristian David Serna tiene 29 años y trabaja en su finca, ubicada en el municipio de La Unión, trae a Medellín cada semana productos como tomate, mora, huevos y tilapia. La mayoría de ellos los  distribuye en su círculo cercano: el barrio El Salvador. Eso lo hace feliz porque además de obtener  ingresos para subsistir sabe que: “me alegra ver que puedo vender mis productos, que son orgánicos, más baratos que en las tiendas, por lo que sé que también ayudo mucho a la economía de las familias”.

Mariana Morales tiene 23 años y trabaja en la Gerencia retail de Sura. La cuarentena la ha pasado teletrabajando en su hogar, genera contenidos para redes sociales en los que enseña acerca de cuidado y autocuidado, entretenimiento y diversas actividades para promover la salud mental. Dice que “queremos hacerle ver a las personas esta situación de una forma diferente, sabemos que hay incertidumbre, pero  de la crisis salen muchas oportunidades, tanto de crecimiento en formación como en el manejo emocional, queremos que se sientan acompañados”.

También hay personas que desde su banquito siempre quieren dar más, es el caso de Paola Andrea Arbeláez Pérez, quien tiene 37 años y es abogada, desde que la cuarentena empezó, combina las labores de su profesión con el cuidado de sus dos hijos y con una actividad adicional, les hace las compras a sus vecinos de la tercera edad. Así, además de velar por los demás, les inculca a sus hijos el valor de la solidaridad, «que se den cuenta que son bendecidos, que tienen todo y que nosotros tenemos mucho para aportar», dice.

¿Conoces más historias de esas personas que nos cuidad desde su «banquito»?

En tiempos de crisis siempre es posible agradecer.

¿Y tú qué haces desde tu banquito?

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