El emprendimiento está en auge, mientras Ricardo defiende su derecho a decir: «No quiero ser mi propio jefe».
Por: Ricardo Andrés Arias Sánchez,
Comunicador social
Cuando era adolescente pasaba tiempo viendo noticias y programas donde contaban la historia de las grandes organizaciones. Recuerdo disfrutar mucho en Teleantioquia de 100 empresarios, 100 historias de vida, tal vez por eso, desde ahí, me visualicé trabajando para una entidad y no construyendo una.
Esa es una visión que hoy para algunos es extraña: «¿A usted no le da susto quedarse sin trabajo y no tener una entrada extra?», es una pregunta frecuente que me hacen conocidos o compañeros de la universidad, que, al estar desempleados, decidieron montar negocios, vender productos o invertir su dinero en plataformas digitales.
Mi respuesta es que sí, sí temo quedarme sin empleo, pero también, si no tuviera uno, insistiría en pertenecer a una organización, porque el emprender nunca ha estado en mi bitácora, tampoco tener bajo mi mando la estabilidad económica y emocional de muchas personas y familias enteras.
Admiro el esfuerzo y el valor de todos aquellos que han logrado triunfar con sus iniciativas y su motivación por cuidar a otros. Sin embargo, no creo que ser un empleado sea sinónimo de cobardía, es más, creo que aquellos que todavía apostamos por trabajar bajo la identidad de una empresa también somos valientes, al confiar en que nuestros propósitos pueden alinearse con los de una marca.
Eso no quiere decir que no haya dudado, reconozco que hubo un momento en el cual deseé hacer otras cosas laborales, estaba cansado de mi trabajo operativo, me sentía aburrido, desmotivado y con ganas de hacer actividades diferentes, como poner en práctica mi profesión, darle un verdadero valor a lo aprendido en la universidad, que no era nada comparado con lo que realizaba en ese entonces. Por fortuna llegó el momento de poder ejercer mi carrera y reafirmar el rumbo aportando mi conocimiento.
Creo en la definición del éxito bajo mis propios términos y en la posibilidad de explorar cambios y renovaciones dentro del quehacer como empleado. Hago parte de una compañía de acuerdo con mis intenciones.
Todos los días observo cómo suben las estadísticas de emprendimiento joven y al Gobierno facilitar la creación de proyectos, pero nunca he estado en modo «emprender», no nací con ese chip incorporado, quizá porque crecí en una familia de empleados y nunca tuve el ejemplo del emprendimiento. Pero más allá de ese hecho, que se debió a la naturaleza impredecible de la vida, creo que la valentía no reside en crear empresa o no, y que más bien se halla en el acto de decidir si me gusta o no lo que hago, si me siento orgulloso a donde pertenezco, y si desde allí, a mí manera, le aporto algo al mundo.
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me senti identificada, apuesto por una ser parte de una empresa o una gran comunidad que valore mi trabajo acambio de bonificaciones