La infancia de la primera mujer en asumir la Alcaldía de San Carlos no es diferente a la de muchos niños campesinos. En el año 1993, en la vereda Santa Rita, cinco hermanos, entre ellos María Patricia Giraldo Ramírez, disfrutaban de las labores del campo; ordeñaban vacas, recogían café y ayudaban en las tareas del hogar, mientras estudiaban en la única escuela primaria de la zona. Eran felices.
Si algo tenía claro la familia Giraldo Ramírez era que el estudio era el puente que les abriría las puertas hacia el mundo. Una premisa que día a día les recordaba Julia, la madre, quien siempre quiso estudiar, pero por distintas dificultades nunca lo logró.
María Patricia y su hermana pronto se fueron a vivir al casco urbano para cursar el bachillerato en el Hogar infantil Campesino. Estudiar no fue fácil; las hermanas caminaban los fines de semana entre dos y tres horas para volver a casa. Así, entre largos recorridos, pasaron los meses y luego los años. Ya no eran niñas.
En 1998, agobiadas por el miedo, las familias de San Carlos comenzaron su éxodo. Los sancarlitanos, los mismos que amaban cada centímetro de su tierra, vieron cómo esta se desplomaba debido al enfrentamiento guerrillero y las tomas paramilitares. El destino de la gente fue comenzar entonces una nueva vida en las grandes ciudades. Pero en el corazón siempre les quedó la ilusión de regresar a lo que un día fue suyo.
Las llamas del conflicto consumieron la finca cafetera donde creció la familia Giraldo. La esperanza de un nuevo comienzo en Medellín era latente. María Patricia, decidida a ser la mejor, continuó sus estudios en la Universidad Autónoma Latinoamericana; estudios que costeó trabajando como vendedora de zapatos en el centro de Medellín. Luego, vendrían los litigios y un reto que le cambió la vida.
Un día cualquiera sonó el teléfono, una llamada proveniente de San Carlos. La propuesta era reemplazar a la Personera Municipal, quien entraba a licencia de maternidad. Ella, que poco creía en la política, decidió regresar; volvió para ayudar, para reconstruir. Los sueños rápidamente se materializaron.
Luego de un arduo periodo como personera, fueron los mismos campesinos los que la impulsaron a postularse como candidata a la alcaldía. El camino, nada fácil; no había precedentes, no existía ninguna mujer alcaldesa en los más de 200 años de historia de San Carlos.
María Patricia ganó las elecciones por sesenta votos. Cada uno de estos, provenientes de los campesinos, de la gente de las veredas que, como ella, sintieron lo que era ser despojados.
Triunfó por la disciplina y el trabajo duro. Al igual que en su niñez, caminó de puerta en puerta todo San Carlos, con la única promesa que sabía que podía cumplir: una alcaldía transparente, por las víctimas, por el retorno de su gente.
Su alcaldía
Bien dicen que las personas siempre regresan a los lugares donde amaron la vida; y para la alcaldesa, devolverle a la gente lo que siempre les perteneció fue el sueño de su mandato. Inició con la reconstrucción de su propia escuela, la de su niñez en la vereda Santa Rita; además, construyó puentes, colegios y casas; actualizó una administración abandonada, llevó el agua potable al Jordán e inició su proyecto más ambicioso: el retorno de desplazados.
María Patricia entregó la Alcaldía en el año 2015, y durante su administración regresaron más de 14.000 personas. Las veredas de San Carlos volvieron a estar habitadas, los niños llenaron de nuevo de vida las escuelas y la comunidad comenzó a creer en la participación política.
Hoy vive en Medellín, donde realiza una maestría en Gobierno. Allí también cumple el papel más importante: ser madre. Visita con frecuencia San Carlos, donde viven sus padres, con la tranquilidad de mirar a la gente a los ojos porque sabe que les cumplió la promesa de ver resurgir su municipio.
De los más de 1.000 municipios en Colombia, solo 133 eligieron una alcaldesa para el periodo 2016 – 2019.