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Lucio Chiquito, fracasar para nunca volver a temer
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Lucio Chiquito, fracasar para nunca volver a temer

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Año 1943. Aliados y Potencias del Eje se enfrentaban en la Segunda Guerra Mundial, un conflicto bélico que persiste en nuestra memoria como uno de los episodios más dolorosos para la humanidad. Fue en ese mismo año cuando Lucio Chiquito recibió una de las mejores noticias de su vida: había sido seleccionado, entre 28 participantes de toda
Colombia, para estudiar en la Universidad de Manchester, becado por el gobierno inglés.

Si bien dirigirse a un país en guerra podría parecer una idea descabellada, él emprendió este viaje convencido de que un ingeniero debe conocer el mundo y aprender muchos idiomas. Y así fue: no solo hizo del inglés su segunda lengua, sino que su permanencia en aquella isla le permitió conocer dos habilidades propias de los británicos: la planeación y la resiliencia.

Solo eso explica que mientras el Imperio Británico disponía de toda su capacidad para ganar la guerra, en sus universidades seguía germinando el conocimiento: docentes, alimentos y seguridad disponibles para forjar el futuro. Lo aprendieron de sus fracasos en la Primera Guerra Mundial y de su planeación decidida para vencer, nuevamente, a sus contrarios.

(Lee tambiénLa vida, ese instante decisivo).

Una obra de Paul Nash en la sala de su casa le recuerda todos los días esos años que marcaron en él un carácter decidido, ese que siempre lo llevó a hacer las cosas por lo grande, a imaginar más allá de lo posible, siempre con los pies en la tierra.

Si se le pregunta si alguna vez fracasó, no sabe responder a ciencia exacta, pues si bien dice que pudo haber pasado, la planeación y el trabajo en equipo con los demás ingenieros de la época le permitieron minimizar el riesgo.

Eso no quiere decir que las personas no tengan derecho a fracasar. Para cumplir grandes metas hay que perder el miedo a hacerlo: aventurarse a salir de la zona de confort, conocer al otro para encontrar soluciones a problemas propios, y unirse con los pares y hasta con los impares para acometer el futuro.

Lo dice quien hace más de 50 años ya pensaba en dos plantas de tratamiento de aguas residuales para el río Medellín y quien fuera uno de los fundadores de EPM (1955), Integral S.A. (1955), Camacol (1958), Sedic S.A. (1971) y Escuela de Ingeniería de Antioquia (1978).

Lo dice quien vino a Medellín a sus 20 años para estudiar en la Facultad de Minas porque su futuro estaba lejos de su Cali natal. Ese día en el que faltando dos minutos para las siete de la noche llegó a la Estación del Ferrocarril del Cauca (Medellín-La Pintada) al frente de la del Ferrocarril de Antioquia, en Carabobo con San Juan.

Lo dice uno de los hombres más importantes para Colombia en el siglo XX, quien no tiene recelos para compartir sus conocimientos con los discípulos, esos grandes ingenieros antioqueños que continúan su legado sin temor a equivocarse.

Lo dice Lucio Chiquito, ese hombre que, con la nobleza propia de la experiencia y con la paciencia de quien se da su tiempo para escuchar y responder, comparte los recuerdos de más de 100 años de una vida digna de contar.

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