La tensión, la violencia y el odio protagonizaban la relación entre empresa y sindicatos en las décadas de los 70, 80 y principio de los 90. Hoy es diferente para Compañía de Empaques, Sintraempaques y Sintrainduplascol, quienes demuestran que sí es posible construir un diálogo social entre partes con diferencias.
Corría el año 1986, Sintrainduplascol se funda como el segundo sindicato de Compañía de Empaques, liderado por Camilo Torres; el otro, que ya existía era Sintraempaques, dirigido por Germán Restrepo. Ambos grupos estaban marcados por una ideología centralizada que tenía consecuencias: el daño de la producción, la pérdida de empleos y el riesgo de entrar en una posible quiebra.
Al recordar el pasado, Pedro Miguel Estrada, actual presidente de Compañía de Empaques, dice que <<la empresa, sin duda, se deterioraba>>. De hecho recuerda que el primer día que fue al restaurante de la empresa a almorzar, en 1992, notó que un muro alto dividía por completo a los operarios de un lado y a los trabajadores administrativos del otro. Ambos con diferentes tipos de comida.
Pedro Miguel decidió esa misma semana derrumbar aquel muro como el primer paso hacia una relación de confianza. Significó la inexistencia de barreras entre sindicatos y la Compañía. Este acto, sumado a la crisis económica del país, incentivó a Germán a entablar un diálogo con él.
Iniciaron las charlas con los trabajadores, en las que se presentó la realidad de la empresa: bajas ventas, ausencia de materias primas y una guerra de precios con la competencia. La inminente quiebra condujo a sindicatos y empresarios a tomar conciencia y a conciliar decisiones para salvar la Compañía: eliminar gastos excesivos como la fiesta de Navidad y el día de la secretaria, la renuncia voluntaria al incremento salarial de administrativos y un grupo de mejoramiento para prevenir accidentes, perfeccionar procesos y crear nuevos productos, entre otros.
Sin embargo, la Compañía no era competitiva. Por eso ambas partes buscaron una solución de fondo: el Contrato Sindical, una figura sin ánimo de lucro que le permitía a los sindicatos vincular a personas independientes que quisieran prestar un servicio a cambio de una compensación. También emitir su opinión sobre la gestión de la empresa para que se puedan tomar decisiones.
Sindicato y empresa acordaron pagar a los afiliados más del salario mínimo legal, la seguridad y los parafiscales, poder contratar a familiares, personas mayores de 40 años, a mujeres en cargos que eran históricamente desempeñados por hombres, a bachilleres sin experiencia y a personas que hubieran estado en la cárcel. Además se entregan dos primas extralegales, el bono de productividad (incentivo económico) y se contempla la opinión de los operarios en la toma de decisiones, entre otros beneficios para afiliados y trabajadores.
«Confiamos al 100% en los sindicatos, son trabajadores totalmente comprometidos, trabajan como cualquier persona de la Compañía y son dueños de ella», finaliza Pedro Miguel.
Anteriormente el sindicato era sinónimo de terror, hoy es de confianza. Así lo define Octavio Amaya, actual presidente de Sintrainduplascol y miembro del Consejo Directivo de Comfama, cree que la comunicación acompañada de hechos, respetando la diferencia de ideologías hace que hoy «no hay nadie que quiera más a la empresa como el sindicato ni nadie que cuide más los trabajadores que la misma Compañía», dice.
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¿CÓMO LE DEMUESTRAS AL OTRO QUE AL CONVERSAR ESTÁS REALMENTE AHÍ, QUE ESTÁS PRESENTE?