La querían reina de belleza, pero Sofía Navarro solo quería jugar fútbol. Un relato sobre los retos que afrontó en el camino y de por qué el fútbol no conoce de géneros.
Ni cancha, ni uniformes, ni competencia definida; ni patrocinador, ni elementos deportivos, ni estrategia para ganar. Nada de eso tenía el equipo en el que Sofía Navarro comenzó a jugar fútbol en las calles de Córdoba, provincia en el centro de Argentina.
«Entrenábamos a las once de la noche en un predio peligroso, donde no había luz», cuenta. «Allí me di cuenta de que necesitábamos estructura: alguien que nos escuchara, que organizara la parte deportiva, que nos propusiera objetivos a mediano y largo plazo. Y ahí me
cambió el chip».
El fútbol es un amor compartido en familia: Raúl, su papá, fue arquero legendario de Atlético Nacional durante diez años. Paradójico
es que el exjugador no quería que su hija se dedicara a ese deporte. «Porque no era bien visto, porque jugaba con muchos niños, no con niñas», explica Sofía. Él prefería que fuera reina de belleza, como la mamá. Pero Sofía tenía su decisión clara y con la convicción que la
caracteriza comenzó a estudiar gestión deportiva.
Con esa misma determinación llegó a Colombia en 2017, con una propuesta concreta para el proyecto femenino del club Atlético Nacional. A sus ganas les sumó paciencia. Decidió esperar, casi por un año, hasta que alguno de los dirigentes del club de fútbol la leyera. Cuando eso sucedió, llegaron más retos: ella, por ser mujer, sentía que debía demostrar todo el tiempo que sí podía, que sí era capaz y que sí sabía lo que estaba haciendo.
«Creo que uno de los retos más grandes fue poner a toda la institución en función del fútbol femenino, no solo del masculino», recuerda Sofía. «Me propuse que todos dentro del club quisieran al equipo de mujeres, que supieran que ese proyecto no era solo mío ni de las jugadoras, sino que era un proyecto de todo Atlético Nacional y que todos hacían parte del mismo objetivo».
Para eso logró convencer a las directivas del club para cambiar la estructura del equipo femenino, de formativo a competitivo, también dio pasos importantes hacia la nivelación de algunos salarios y consiguió que la marca Nike también patrocinara y vistiera al equipo de mujeres.
Hasta ese momento les daban uniformes para hombre. La incertidumbre también era un sentimiento recurrente en su cotidianidad. Cuando empezó la pandemia, recuerda que todos los dirigentes estaban preocupados por los torneos. Sofía confió en que podía trabajar así, pues, hasta ahora, en la cotidianidad del fútbol femenino no hay certeza de futuro, contrario a lo que pasa con el deporte masculino.
Sofía tiene propósitos y preguntas que la guían: ¿cómo lograr que se deje de entender el fútbol desde un solo género?, ¿cómo verlo como un deporte en el que cabemos todas y todos?; ella cree que el primer paso es tan simple como ver. «Tenemos que trabajar para que el fútbol femenino sea visto en todas las casas. Hay mucha gente a la que les gusta, pero no lo ven en los medios. Si no lo pueden ver, no pueden creer. Si queremos que más mujeres y niñas jueguen fútbol, tenemos que mostrarles que pueden llegar a ser profesionales para que, en vez de querer parecerse a Cristiano o a Messi, se quieran parecer a las jugadoras».
Después de tres años, Sofía salió de la gerencia de Nacional. Sigue en formación y en preparación; en cada proyecto que emprende deja pinceladas de su liderazgo y de su pasión por hacer del fútbol un deporte al que todos podemos jugar.