Lo que se oía, eran las voces de los estudiantes de la institución educativa La Esperanza. Era jueves y desde temprano se habían reunido, a eso de las 6:30 de la mañana, en la puerta de su colegio, localizado en Castilla. Había un poco de ansiedad y mucha expectativa.
¿El destino? El Ballet Folclórico de Antioquia. Algunos habían leído o escuchado de él, pero para la mayoría sería una experiencia nueva, la posibilidad de crear un recuerdo inolvidable.
Según los profesores de La Esperanza, los estudiantes reciben sus clases en el aula, pero no tienen un acompañamiento artístico y cultural permanente, por ello gran parte de su tiempo de ocio lo pasan en el celular o en la calle; en otras palabras, interactúan con una versión limitada del mundo.
Por eso la salida al ballet tenía un solo propósito: libertad, esa que se adquiere cuando se aprende, cuando se conocen otras alternativas, cuando se entiende que todo es posible.
En el ballet hubo oportunidad de bailar, conocer los pasos clave de la Cumbia, el Joropo y el Sanjuanero, entender de vestuario y maquillaje, conocer de música y cantar, al unísono, La Pollera Colorá; pero, sobre todo, conocieron historias de vida, comprendieron que los sueños se materializan cuando existe disciplina y que eso que a cada quien le gusta y disfruta hacer puede convertirse en un propósito de vida. Tal vez por eso es que Henry Ford decía, “si piensas que puedes o que no puedes, estás en lo correcto”.