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La posibilidad de elegir, uno de los frutos del trabajo
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La posibilidad de elegir, uno de los frutos del trabajo

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Mary Luz Aristizábal trabajó durante años para que Santiago, su hijo, pudiera estudiar. Ella creyó que eso le daría a él, la oportunidad de escoger lo que quisiera hacer con su vida.

Cuando Santiago nació, Mary Luz se convirtió en madre soltera. Tenía 25 años y trabajaba desde los 20 con dos objetivos: poder pagar su universidad y mantener bien a su hijo.

Era Auxiliar Contable de día y prospecto de ingeniera de sistemas en la noche. Dedicaba lo que le quedaba de energía a recibir sus clases. A Santiago, lo cuidaba su abuela.

Su esfuerzo rindió frutos: pudo graduarse y encontrar otro trabajo en el que disfrutaba más lo que hacía, pues ya era desarrolladora de software.

Pasaron años y distintos empleos, siempre juiciosa, siempre manteniendo su rutina, saliendo de casa de día para llegar de noche, pero su disciplina contrastaba con el mal comportamiento de Santiago. Siempre que Mary Luz regresaba a la unidad en la que vivían, la recibían con quejas: que Santiago quebró un vidrio, que le lanzó huevos a un carro, que desinfló sus llantas… por contar solo algunas.

En el colegio también era indisciplinado. Tocó fondo en tercero de bachillerato cuando lo expulsaron. Ese día Mary Luz lloró, y esas lágrimas, además de rodar por sus mejillas, se quedaron fijas en la mente de Santiago, pues marcaron el resto de su vida, lo hicieron consciente. Por fin entendió el esfuerzo que hacía su mamá, valoró ese hecho extraño de que ella siempre estaba despierta mientras él dormía, la simplicidad de sus hábitos y comportamientos y que no había lujos para ella, pero sí un colegio privado para él.

Santiago cambió su comportamiento, se graduó finalmente del colegio y tuvo la oportunidad de elegir qué y dónde quería estudiar y escogió Administración de Empresas en la UPB. Para Mary Luz fue un reto pagar cada semestre, confiaba en que el trabajo disciplinado se lo permitiría, pero también un crédito con el Icetex y a veces sus tarjetas de crédito. Fueron años difíciles, austeridad acompañada de objetivos claros. Y se logró la meta.

Años antes, Mary Luz había asumido un compromiso parecido: pagar la educación de Cristina, su hermana menor. Cuando ese proceso terminó, Cristina montó una empresa, una agencia de carga, y Mary Luz fue la encargada de desarrollar el software para esta compañía. Fueron cinco años de trabajo complementario, pues simultáneamente tenía un empleo en Une.

A veces en la vida ocurren coincidencias afortunadas. Cuando el software de la empresa de la tía de Santiago estuvo terminado, él culminó también sus estudios universitarios y decidió aplicar sus conocimientos al producto que había creado su madre, así que hace tres años fundaron Conecta Carga, su emprendimiento. Hoy trabajan todos juntos. El esfuerzo de Mary Luz tuvo sentido. La educación nos da la posibilidad de elegir, y Santiago pudo hacerlo.

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Trabajar… nos permite dar oportunidades a quienes más queremos

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