Cuando Yoly se casó, su esposo creyó que había conseguido quién le cocinara y le hiciera todas las labores del hogar. Ella, por el contrario, creía que todas las tareas debían repartirse. Una historia acerca de cómo ser mujer no es sinónimo de ser la responsable del aseo y la cocina.
Yoly llegó a Medellín junto a sus papás y sus cuatro hermanos para buscar nuevas posibilidades lejos del campo. Cuando las encontraron, Marco Antonio, su papá, se convirtió en vigilante durante las noches, y María Georgina, su mamá, en trabajadora remunerada del hogar en el día.
Los cinco niños pasaban el día bajo el cuidado de su papá. Él les enseñó a comer, cepillarse los dientes, lavar su ropa interior y realizar algunas labores domésticas que se turnaban para que todos cooperaran por igual. En la noche los cuidaba su mamá y mientras hacía la comida, aprovechaba para enseñarles a cocinar y preparar arepas de maíz. Yoly recuerda que cuando tenía 11 años sus hermanos ya sabían hacerlo todo y repartirse las tareas.
Cuando Yoly creció se enamoró de Leonardo y decidieron convivir en zona rural de Támesis. Leonardo había sido criado de otra manera, de hecho, creía que al casarse con Yoly “se había ganado la lotería”, tendría quien le cocinara y lo recibiera con aguapanela caliente después del trabajo.
Ella, en cambio, acostumbrada a que las labores del hogar se repartieran, pensaba que había encontrado un compañero de viaje. Hubo desencanto y discusiones de pareja, hasta la familia de Leonardo participó, para ellos la forma en la que una esposa atendía a su marido era determinante para ser considerada una buena o mala mujer.
Yoly estaba determinada a que la crianza de sus hijos tendría que ser igualitaria, que todos deberían aprender a hacer las labores del hogar y que, incluso él, debería participar en ellas. Leonardo tiene una discapacidad auditiva y una noche se puso a reflexionar al respecto, empezó a pensar en la forma en la que ella había cambiado cosas para poder acompañarlo en su enfermedad.
Ese pensamiento fue revelador, hizo que Leonardo reevaluara el valor de los cambios y decidió corresponderle a Yoly de la misma manera. Sin embargo, le costó mucho adaptarse, participar de las labores e ignorar las miradas de amigos y familiares que lo veían como alguien débil.
Ahora, durante la semana, Leonardo se despierta a las 4:00 a. m. y se despacha solo para ir al trabajo, mientras Yoly duerme un rato más y sus hijos se organizan para ir al colegio. Luego ella se encarga de algunas labores del hogar. En la noche los hijos preparan la comida para compartir en familia y los fines de semana hacen, entre todos, arepas de maíz.
“Aún nos queda mucho para cambiar la costumbre de asignar roles de acuerdo con el género” dice Leonardo quien hoy pregona la paridad de género entre sus amigos y familiares. Ser mujer no obliga a nadie a encargarse del cuidado de la casa, esa siempre será una labor que se realiza mejor en familia.
¿Sabes qué es la economía del cuidado?
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