¿Por qué contar el universo desde la mirada de los niños?
El niño habita la realidad de una manera que es absolutamente reveladora. Si el lenguaje es la casa del ser según Heidegger, los niños viven en otra casa de la que los adultos ya fuimos “expulsados”. Esa particular manera que tienen los chicos de vivir sus días, me atrevo a decirlo, puede darse por su entrañable vínculo con el anima mundi, con el asombro, con lo poético que permea todo. Aún no están escindidos y entonces recuerdan y nos recuerdan esa comunión con la totalidad que hemos perdido, y a la que desesperadamente tratamos de volver en las pequeñas epifanías que nos son dadas, como en los raptos amorosos y en la contemplación serena del mundo, que vuelven a “acordarnos” la armonía con todo. Ojalá que al escuchar sus voces logremos entonces estar atentos a sus deseos, miedos, dudas y dolores, y repensar nuestra relación con ese adentro nuestro, con ellos, con todo.
¿Cómo surgió Casa de las estrellas?
Hace bastantes años ya, trabajaba en un colegio de Rionegro, era profe de Granja, de fotografía, y de Creación Literaria. En esta última leíamos mucho, disfrutábamos de cuentos, historias y poemas. Se iba a celebrar el día del niño y se me ocurrió preguntarles qué era un niño para ellos; Luis Gabriel Mesa de 7 años escribió que “un niño es un amigo, tiene el pelo cortico, juega bolas. Puede jugar y puede ir al circo”. Ahí empezó todo, porque vi que respuestas como esa me mostraban un camino. Eran palabras que surgían en libertad, llenas de fluidez y cargadas de poesía y poder expresivo. En ellas, escritas muchas veces con una lógica disparatada, había unas descripciones del mundo –y de sí mismos– maravillosas, dolorosas y ciertas en un nivel que yo no sospechaba hasta que los escuché. Entonces poco a poco, a lo largo de los años y sin obligación de ningún género en medio del transcurrir de las clases, íbamos definiendo algunas palabras. El propósito era firme: yo quería recoger sus expresiones, pero sin que se nos volviera un deber.
¿Qué deben aprender los adultos de los niños?, ¿qué aprendiste con este proyecto?
No sé qué deben aprender los adultos de los niños. Pero sí puedo decir qué estoy aún tratando de aprehender: la búsqueda de una mirada más nítida sobre el mundo, una mayor atención a los seres, a sus dolores y miedos… una mejor comprensión de las vidas de todos.
¿Cuál es la definición que más recuerdas?
Una que me hizo repensar de manera contundente el modo como habitualmente miramos las cosas, la forma como nos relacionamos con el mundo, con los otros. La soberbia posición que esgrimimos siempre, que nos niega la posibilidad de ver a los demás, de ver con otra mirada la vida, de caminarla de limpia manera. Ya sabía Andrés Felipe Bedoya, a sus seis años , que un adulto es una “persona que en toda cosa que hable, primero ella”.
La Casa de las estrellas
La Casa de las estrellas cuenta con cuatro ediciones, la última fue ilustrada por el artista colombiano José Antonio Suárez, con prólogo de Piedad Bonnett.