“¿Intoxicación de la sangre?”, reaccionó Carlos Osorio ante su médico cuando le dio el diagnóstico, hace 25 años. Sí, era intoxicación de la sangre. Él sentía dolores intensos, mareos constantes y visión borrosa, y las fuerzas le faltaron durante cinco meses.
En la cama, sin poder trabajar, su economía le pasó factura. Acabó con los ahorros que tenía y la solución para curarse no era esperanzadora: “No puede volver a usar químicos ni a fumigar. Eso lo está envenenando”, le dijeron, y ese oficio era el sustento de la familia. Aún recuerda la incertidumbre y la angustia de ese momento, sentimientos que hoy agradece porque le mostraron otro camino.
La entrada a la vereda La Milagrosa, en El Carmen de Viboral, es destapada pero se llega fácil. Hay placa huellas en algunos tramos del sendero y luego de varios kilómetros de recorrido se encuentra la finca Renaser (con s). El letrero tiene unas semillas y hay una bicicleta recostada en el portón. Es el hogar de Carlos, campesino desde que tiene uso de razón. Compró esa tierra en el año 73, producto de su trabajo como agricultor y arriero. Allí nacieron los hijos, dos de ellos recibidos por una partera, “el otro sí nació en el hospital”, aclara.
Los lupinos tienen un lugar especial en la finca, hay muchos. Son parte de las 120 variedades de plantas y hortalizas, debidamente marcadas, en huertas circulares y en zonas elegidas de acuerdo con los principios de la agroecología, la decisión de vida que tomó Carlos hace 25 años: “Yo he sido agricultor siempre y para cuidar los cultivos lo único que conocía era la fumigación con químicos. Cuando me dijeron que ya no podía usarlos se me cerraron las opciones. Sin embargo, ese médico que me sacó del problema de salud me metió a este cuento de la agroecología porque él la practicaba. Empecé a hacer el cambio a lo orgánico, de a poco. No fue fácil”.
Había mucho escepticismo. Era 1994 y la tendencia de lo orgánico apenas iniciaba. “Los amigos y conocidos me tachaban de loco porque esta decisión, para ellos, era muy romántica. Al principio tenía que hacer trueque de hortalizas por mercado, o por algo de dinero con amigos del pueblo. Nadie compraba el producto en la plaza del mercado. No me iba a rendir porque de eso dependía mi salud. Así que luego de insistir mucho, esta dificultad se convirtió en mi gran oportunidad porque el cultivo y la tierra empezaron a ser más productivos y sanos, y tiempo después emprendí con una tienda donde vendo todo lo que produce la finca. Incluso, la mamá de mis hijos empezó vendiendo plantas aromáticas en una pieza que alquiló y hoy tiene una tienda naturista y le va muy bien”, cuenta.
Carlos entendió que la siembra limpia como alternativa para el campo y para la vida han sido su mejor decisión, que a la tierra hay que cuidarla y dejarla descansar, que ella también se quema con los químicos y le arden las heridas como a los seres humanos; que su dificultad personal fue una puerta nueva, y que hoy, a sus 66 años, no cambiaría nada de lo que le ocurrió: “Nosotros siempre decimos que a la tierra hay que ponerle ‘ruanita’, cobertura, y que la tierra debe volver a la tierra. Esa protección es el abono orgánico, yo mismo lo produzco: hago el bocashi (se obtiene
de la descomposición de residuos vegetales y animales al aire libre), el compost, el humus de lombriz y el abono líquido. Con este estilo de vida ahorro dinero, aporto a la conservación ambiental y a la salud humana”, relata.
Recorre los trayectos de la vereda al pueblo en una bicicleta que le recuerda sus tiempos como ciclista de competencias regionales, cuando tenía 20 años. Durante la semana dicta charlas y recibe a estudiantes y turistas. Narra estas historias tomándose un café, y concluye: “Los lupinos son el principal abono que tengo y me proporcionan el nitrógeno que necesito. Son resistentes y tolerantes a todos los tipos de clima, y significan persistencia. Por eso son el símbolo de la finca”.
Lupino: también conocido como Altramuz.
Planta que pertenece a la familia de las
leguminosas, una de sus características
principales es la capacidad de fijar el
nitrógeno en el suelo, esto hace que sirva de
fertilizantes naturales en tierras desgastadas.