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“Necesitamos la opinión de los niños para salvarnos”: Francesco Tonucci
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“Necesitamos la opinión de los niños para salvarnos”: Francesco Tonucci

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La participación de los niños en la construcción de un verdadero sentido de la diversidad no es un proyecto utópico. Basta un reconocimiento consciente de la importancia de su voz para lograr ciudades y escenarios de pensamiento más plurales. No hace falta esperar a que crezcan. ¿Cómo lograrlo?, dejando que sus intereses prevalezcan, entregándoles el poder de la palabra y entendiéndolos como los ciudadanos del hoy, son algunas pistas que nos entrega Francesco Tonucci, psicopedagogo y pensador italiano que también es conocido como Frato en el mundo de los dibujantes y caricaturistas. Del juego, la voz de los niños y de las niñas y de la escucha, estuvimos conversando con él.

 

¿Qué puede hacer una ciudad para devolverle a los niños sus espacios de juego y democracia?

Son dos espacios diametralmente opuestos: para devolverle a los niños sus espacios de juego, la ciudad debería evitar preocuparse de este problema y “dejar” que las niñas y los niños puedan vivirla con total libertad y autonomía. El juego es un tema infantil, y se debe dejar a los niños la posibilidad, el tiempo y el espacio para jugar. Debemos evitar proponer espacios estereotipados, cerrados con candado y donde siempre debemos estar acompañados, y ofrecer a los niños (y a todos los ciudadanos) un espacio público como lugar natural del movimiento, la aventura y el juego. Dejar tiempo libre, evitando que las escuelas manden tareas a la casa. Permitir que los niños salgan de casa sin adultos, para recuperar la ciudad social y volver las calles más seguras. Los espacios de la democracia están, por el contrario, en manos de los adultos. Son precisamente los adultos los que pueden brindar espacios de participación escuchando a los niños para conocer sus puntos de vista.

¿Por qué es importante considerar a los niños y sus opiniones?

Porque nosotros los adultos hemos usado muy mal el poder que nos hemos reservado de forma exclusiva (el uso del planeta, las injusticias sociales, las guerras, la rendición de las ciudades a la prepotente presencia de los automóviles, son solo algunos de los ejemplos). Los niños nos pueden ayudar a entender algunos de nuestros errores y a encontrar soluciones adecuadas como respuesta a las exigencias de todos y no solo de las de los adultos (especialmente masculinos y productivos).

¿Cómo abordar a un niño para conocer sus pensamientos?

Es difícil. Los niños están acostumbrados a creer que sus pensamientos no son importantes. La educación de las familias y las escuelas les empuja prepotentemente a abandonarlos lo antes posible para asumir los pensamientos y actitudes de los adultos. Para que un niño esté de verdad dispuesto a expresar sus pensamientos reales, el adulto que lo escucha debe estar sinceramente convencido de que tiene –el niño–cosas importantes que comunicar y que quien lo escucha está dispuesto a tener en cuenta aquello que dirá. Todo esto está escrito en el artículo 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño, que este año cumple 30 años, pero sigue siendo sustancialmente desconocida y por tanto, no respetada.

 

Una ciudad para los niños, según Tonucci

 

Regresa: Los niños dicen

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