Ana Belén Suárez tiene seis años y a principio del 2020 fue designada para ejercer el rol de personera en uno de los prescolares Comfama. La pandemia por el COVID -19 la obligó a cambiar su plan y sus propuestas. Ella decidió invocar el poder de los arcoíris de la esperanza.
«Ser líder es ayudar», dice Ana Belén y eso es lo que la apasiona. Ese potencial lo descubrió su mamá, Liliana, quien, a diario, se esfuerza por recalcalrle a su hija la importancia de ser servicial, humana y estar siempre dispuesta a escuchar a los demás.
Un día de febrero, a comienzos del 2020, Ana Belén se convirtió en la responsable de un gran rol. Su profesora, Silvia, les preguntó a sus 28 estudiantes cuáles de sus compañeros debían aspirar a la personería, la mayoría de los niños propuso a Ana Belén.
Cuando su familia se enteró, inmediatamente le ayudó a hacer camisetas con su “candidatura” y su papá la acompañó cada vez que tuvo que presentar sus propuestas. Un día ecológico, una pijamada en el prescolar y la ideación de una caja para recoger las tapas plásticas que sobraban de los refrigerios, para entregarlas posteriormente a una fundación, fueron algunas de estas.
El día de la elección todo ese trabajo dio resultados, ella había sido nombrada personera del prescolar Comfama del municipio de Caldas. Hasta ese momento todo transcurría con normalidad, Ana Belén ejercería su rol desde el aula, con sus compañeros. Marzo planteó un panorama distinto, inició la pandemia por la COVID – 19, los colegios cerraron, las aulas quedaron vacías, los niños permanecían en sus casas y las maestras y maestros empezaron a habitar dentro de un computador.
Cambió la forma de estudiar y una de sus consecuencias era que el rol de la personería también debería adaptarse a la situación: ¿cómo ejercerlo desde casa?, ¿perdería su importancia?, ¿sería más fácil no hacer nada y esperar a que la situación se normalizara? Eran algunas de las preguntas que se hacían Ana Belén, sus padres y su maestra, Silvia.
La primera idea se les ocurrió a Ana Belén y a su profesora. Se trataba de un instante de incertidumbre generalizada, había una necesidad clara: fomentar la esperanza.
Ana Belén dibujó un arcoíris en una hoja de papel y luego lo pegó en su ventana para que las personas que pasaran lo vieran. Ese mismo arcoíris que era la forma en la que una niña simbolizaba que “todo iba a estar bien”, se convirtió en una iniciativa viral a la que se sumaron todos los estudiantes del prescolar, su familia y además los compañeros de trabajo de su madre.
Más de 200 arcoíris se vieron en Caldas, Medellín e incluso Estados Unidos. Cerca o lejos, físicas o virtuales, las acciones de Ana Belén tuvieron un eco.
Ana Belén no paró ahí, también empezó a aprovechar el inicio de las clases virtuales para saludar a sus compañeros y para preguntarles cómo estaban y cómo se sentían. Esto lo hacía en el salón de clases y luego en los espacios virtuales se volvió también una costumbre. Ese ritual se convirtió en un ejercicio de escucha que ha sido de utilidad para otros estudiantes.
Ana Belén sueña con tener una fundación para «perritos abandonados» y aunque este año ya culmina su periodo en el prescolar y, por ende, como personera, su camino de líder apenas comienza. Sus compañeros, profes y familiares la reconocen como una niña que brilla y que siempre está dispuesta a ayudar. «Hoy quiero hacerles una invitación a todas las niñas a que empiecen a desarrollar su liderazgo que significa dar ejemplo, servir e influenciar», dice Ana Belén.