La casa se convirtió en refugio, la virtualidad en el mecanismo de conexión y el alcohol, acompañado de un trozo de tela que cubre nariz y boca, en la más impenetrable defensa. Mercedes y José replantearon sus relaciones por la pandemia. Ya es tiempo de salir de su «burbuja» y de volver a confiar en el otro, creer en que se cuida tanto como ellos.
Las calles de a poco recobran la vida y los sitios de encuentro reabren sus puertas. Se trata de la «famosa» nueva normalidad, esa en la que el cuidado es esencial para restablecer la conexión con el entorno. Hoy, cada uno de nosotros vive en una pequeña burbuja y es vital elegir en quién confiar, porque eso significa dejarlo entrar en ella.
Mercedes y José, los protagonistas de esta historia, llevan 31 años casados, viven en Itagüí y tienen dos hijos que ya se fueron del hogar. Cuando inició la pandemia hicieron de su casa un fuerte. El objetivo era protegerse del virus. Ambos tienen más de 60 años y antecedentes de riesgo debido a que fueron fumadores, lo que hizo que su preocupación ante un posible contagio fuera mayor.
Es tan estricto su nivel de cuidado que, en mayo, cuando Mercedes sufrió una caída, prefirió aguantar en silencio su dolor para no visitar un centro de salud. Presionada por sus hijos y esposo, finalmente asistió a una clínica de ortopedia, donde le diagnosticaron una tendinitis en la rodilla y le recetaron una serie de infiltraciones y sesiones de fisioterapia.
A pesar de tener comida en la nevera, los servicios básicos y todo lo necesario para vivir cómodos durante bastante tiempo, sienten que les falta lo más importante: compañía. Con nostalgia, Mercedes recuerda los amenos encuentros con amigas, cuando compartían una cena y se ponían al corriente de sus vidas. Por su parte, José adecuó la biblioteca como oficina y solo sale a la calle cuando es inevitable.
La esperanza de volver a ver a sus seres queridos los enfrentó a cuestiones importantes: ¿nos quedaremos así, aislados, el resto de nuestras vidas?, ¿si alguien viene y entra a nuestra «burbuja» nos contagiaremos inmediatamente?, ¿las otras personas, además de nuestros familiares, se cuidarán tanto como nosotros?, ¿somos los únicos en los que se puede confiar?, ¿seremos capaces de volver a confiar en el otro?
Varias veces conversaron al respecto, y tomaron decisiones. Establecieron una serie de condiciones para sus visitantes, en primera instancia, solo familiares. Decidieron enfrentar el temor y empezar a realizar, con calma y paciencia, un ejercicio de confianza en los demás.
El primer paso fue verse con sus hijos, quienes una vez llegan, lavan sus manos, mantienen distancia y usan el tapabocas sin descubrir la nariz.
Aún sienten temor de reunirse en un cálido abrazo, pero tenerlos cerquita los recarga de energía. El segundo paso hacia la confianza fue permitir que las parejas de sus hijos los visitaran, eso sí, respetando los hábitos anticovid.
Esas buenas experiencias, sin contagios, y fundamentadas en la confianza hacia la sinceridad del otro, les permiten, sin temor, reportar si presentan algún síntoma, por leve que sea, o si asistieron a alguna reunión con más de tres personas sin seguimiento a los protocolos; además, evaluarse acerca del uso constante del tapabocas y el lavado de manos cada tres horas durante cuarenta segundos. Les han posibilitado ampliar ese círculo de visitantes a su refugio para cuidar su salud mental sin descuidar su salud física.
Hoy, ambos gozan de buena salud, y aunque creen en el cuidado responsable de quienes los rodean, se mantienen en guardia acerca del virus. Es eso lo que con seguridad les permite gozar de la compañía de quienes aman. Mercedes y José pudieron volver a confiar.
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#PrimeroElCuidado
En Comfama promovemos el cuidado y autocuidado. Por eso, te proponemos:
· Evalúa tu estado de salud antes de salir de casa.
· Usa tapabocas de forma permanente cubriendo boca y nariz.
· Permite la toma de temperatura al ingreso de establecimientos.
· Mantén la distancia mínima de dos metros entre persona y persona.
· Realiza un lavado de manos frecuente.
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Podemos confiar… En que el otro se cuida igual de bien que nosotros.
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Excelente ejercicio realizado por los señores Mercedes y Jóse, ante la angustia de tantos pensamientos abrumadores, deciden con mucha sensatez interactuar de forma física nuevamente con los suyos sin romper las medidas estrictas anticovid. Si el resto de la sociedad pensara de la misma forma ayudaramos a que todo fluya de la mejor manera sin perder más vidas y sin afectar los demás aspectos sociales que son fundamentales.