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0 Con su compra semanal, Mariana Morales aporta para que sus establecimientos favoritos sigan operando.
Mariana vive en el barrio El Salvador, en la ciudad de Medellín. Los fines de semana acostumbraba salir con su novio a comer en distintos locales del sector. Cada sitio, con el pasar de los meses, se hizo especial para ella, pues albergaba recuerdos.
Lo que antes era cotidiano, dejó de serlo con la aparición de la COVID–19. Esos sitios importantes para ella cerraron sus locales y tuvieron que trasladarse, en muchos casos, a las cocinas de las casas de sus propietarios, reinventar sus menús, la forma de contactarse con sus clientes y la manera de empacar sus productos. El domicilio, antes accesorio, se convirtió en su única alternativa.
A Mariana eso la impactó, la vida le recordó cómo sucede lo inesperado, se diluían los empleos y sustentos de muchos. Injusto se le hizo que, sin hacer nada malo, sin vender productos de baja calidad, eso pasara.
Pero la empatía no conoce requisitos. Mariana no tiene el músculo económico para salvar un negocio, ni siquiera a sus 23 años intentó emprender alguno, y sin embargo, se puso en los zapatos del otro y pensó cómo ayudar.
Evaluó sus alternativas y actuó: compartía las publicaciones de esos sitios en sus redes sociales, les hablaba de esos lugares a sus familiares y amigos, además, decidió hacerles ronda: compuso su lista de establecimientos favoritos que están en aprietos, y decidió comprarle a uno distinto cada fin de semana.
A veces olvidamos el impacto que tienen nuestras acciones en la vida de los demás; pedir un domicilio, comprar un producto y pagar a tiempo parecen actos insignificantes, pero hoy son la forma de valorar el trabajo del otro.
Mariana desde sus posibilidades ayuda. Cuida el empleo de muchos. Su compra semanal aporta a que esos propósitos de vida, que se disfrazan de restaurantes, se mantengan vivos. Ya vendrán para ellos tiempos mejores.
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Trabajar… para materializar propósitos de vida
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¿Cómo puedes ayudar a que alguien más mantenga su empleo?
