Aun en las crisis hay que festejar. Una historia de cómo una empresa decidió que estar triste era un lujo que no se podía dar y que la fiesta era oportuna e indispensable.
A finales del siglo pasado, Colombia experimentó la peor caída económica en la historia reciente del país. En 1999 el producto interno bruto (PIB) se desplomó 4,2%, una crisis que no fue ajena al sector del cooperativismo. Ese mismo año en un salón de reuniones de la Cooperativa Financiera CONFIAR, se estaba tomando una decisión trascendental, ¿se realizaba o no fiesta de la familia?, el panorama de los últimos meses no era alentador, sin embargo, alguien dijo que no podían darse el lujo de estar tristes: la fiesta era oportuna e indispensable.
Las crisis traen dudas, pero también ideas; según la teoría del caos, de las peores situaciones pueden emerger grandes soluciones. Por eso en CONFIAR decidieron empezar a escuchar posibilidades, lo hicieron con sus empleados y también con artistas e integrantes de organizaciones sociales y culturales de la ciudad.
Ese diálogo colectivo desencadenó una iniciativa que empezó a destacar. En Antioquia, la palabra bazar es parte del vocabulario colectivo, como una espacio para aquellos de diferentes sectores productores, donde pueden dar a conocer sus experiencias y promover sus ventas. Además, es sinónimo de fiesta, de encuentro, de un ritual que los llevaría a reconocer su identidad a partir de las expectativas compartidas.
Así, un domingo 26 de septiembre de 1999 nació el Bazar de la Confianza. Más de 5.000 personas se dieron cita en el Jardín Botánico de Medellín en torno a temas como la producción artesanal. agroecológica y campesina, gastronomía, arte, ecología entre otros. El bazar fue un ejercicio de resistencia y de confianza en ellos mismos y en los otros.
Para Adiela Trejos, de CONFIAR, «el Bazar de la Confianza es nuestro gran ritual de rituales, es la celebración del pensamiento, el acto y el hacer cooperativo y solidario». Es la puesta en escena de cómo se construye, se vive y se sueña otra economía posible, más digna, más equitativa, donde todos y todas disfruten del bienvivir.
Van ya 20 años de bazares, en cada edición las personas participan en experiencias económicas, sociales, culturales y disruptivas, que, en ocasiones, cuestionan las problemáticas y proponen desde la realidad inmediata, iniciativas francas para construir comunidad y hacer posible la abundancia justa, porque compartir también es celebrar.