Por: Verónica Orozco @verozco
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Si le preguntan a una mujer heterosexual por las cualidades del que sería su hombre “perfecto”, la mayoría incluirá en la lista el sentido del humor. Una pareja que pueda hacerte reír y reírse de la vida, es casi tan importante como que sea buen hijo, que sea bueno con los meseros y los animales y que su desempeño sexual sea sobresaliente -y aquí ni menciono el tamaño porque está comprobado científicamente (por mí) que en ello no radica la calidad de la faena-.
Las personas con buen sentido del humor son atractivas porque usualmente son inteligentes. Y digo “usualmente” porque la manera de hacer humor es una de las muestras de inteligencia de
alguien. No hay nada de inteligente en un señor tratando de ser chistoso diciendo que las mujeres solo llegarán a la luna el día que haya que limpiarla.
Como mujer, aprendí desde niña a celebrar todo lo que hacían los hombres a mi alrededor, incluyendo reírme de sus chistes. Cuando empecé a oír chistes de mujeres que pertenecían exclusivamente a la cocina o de señores desesperados con sus esposas, creo que no había aprendido ni a sumar. El primer chiste que me aprendí y conté fue un chiste machista.No lo entendía, ni siquiera me daba risa, pero a los adultos los hacía estallar a carcajadas. Supongo que era “jocosísimo” ver una niña de cuatro años con capul y ojos gigantes, contando que dos muelitas se enamoraron de un diente y que la una se casó con el diente y la otra murió de pica. Las muelitas siempre enemigas peleando por el amor de un diente. No sé por qué me suena tan conocida esa historia.
Los tiempos cambian y nosotros con ellos. Nuestra cultura no es estática y lo que fue normal y correcto alguna vez, no necesariamente lo es hoy. Gracias a ese avance natural de la humanidad es que ya no usamos (ni volveremos a usar si la vida es buena) jeans descaderados, ni son graciosos los chistes racistas, machistas u homofóbicos. Y no es que el racismo, el machismo o la homofobia hayan sido chistosos en algún momento, es que hoy ya tenemos la información disponible para entender por qué nunca lo fueron.
En mi opinión no hay temas vedados para el humor. Es posible reírse de todo, incluso de la desgracia y la tragedia (a veces se hace necesario para poder sobrellevarla), pero no es lo mismo burlarse de una persona trans por el hecho de serlo, a burlarse de la transfobia y de quienes son transfóbicos. Esa clase de humor es fácil porque se alimenta de nuestros prejuicios y privilegios,
pero no tiene nada de inteligente. Denigrar a un grupo de personas que históricamente ha sido excluido para lograr risas no es “humor negro” sino humor estúpido.
No hay que escoger entre ser gracioso o empático. Es posible hacer reír a una audiencia completa sin caer en esos facilismos y muchos comediantes alrededor del mundo son prueba de ello. Yo personalmente estoy mamada del humor de macho, ese que busca reforzar la masculinidad menospreciando mujeres y equiparando nuestra importancia con la de una lavadora. Si tuviera que escoger entre vivir con un tipo así o que me amputen un dedo, aprendería a vivir sin un meñique.
Que sea este el momento perfecto para reinventarse, actualizar el repertorio humorístico y avanzar al ritmo de los cambios culturales, en lugar de seguir aferrados a un pasado en el que creían ser chistosos por decir que la extremidad más larga de una mujer era la escoba. No fue gracioso nunca pero en el 2019 además de no tener gracia, es una idiotez. Un hombre chistoso sí pero no así.
Excelente columna, es cierto ya esos chistes no lo son, y tampoco me hacen reír,pero en otro época si,porque tampoco los entendía ??