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Carta a mi hijo, el emprendedor que conoció las dificultades
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Carta a mi hijo, el emprendedor que conoció las dificultades

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Por: Juan Diego Mejía

Te escribo el día en que has decidido cerrar tu pequeña empresa de diseño y producción de mobiliario. Te pregunté por qué lo hacías, qué había pasado con esa ilusión de hace cinco años cuando te preparabas para empezar la aventura de crear empresa. Me miraste y pude ver en tus ojos la sombra de la palabra fracaso. Me dijiste que todo había terminado, que nada quedaba por hacer. Entonces pensé en esas expresiones que definen situaciones definitivas: el fracaso, la nada. Me preguntaba por qué un muchacho de treinta años siente como si hubiera llegado al final de su vida.

¿Qué pasó?, ¿de dónde salió esa visión catastrófica del mundo? Devolvámonos un poco a pensar cómo eran las cosas al principio de tu empresa: habías terminado la carrera en una universidad que les dice a los estudiantes que, al salir, no todos tienen que ser empleados, que algunos pueden ser empresarios. Y tú pensaste “yo quiero ser uno de esos empresarios”. Te habías preparado para serlo. Estabas listo para enfrentar los obstáculos. Pensabas que detrás de ellos estaba el paraíso. Pero la realidad te fue enseñando que a veces a una dificultad le sigue otra mayor y a esta otra y otra. Seguramente te preguntaste si el resto de la vida sería así, pero no, no siempre debe ser así. Es necesario que aprendamos a desear las metas y que no nos dejemos imponer formas de vivir ajenas. Ahora que cierras tu empresa tendrás la oportunidad de volver a imaginar cómo quisieras ser en unos años. Ya probaste el sabor de los obstáculos insalvables. Ya tuviste tiempo de analizar qué no funcionó bien. Es hora entonces de desear con toda el alma lo que puedes hacer para ser feliz. Sabes que las dificultades ya no te asustan.

¿Volverías a emprender luego de fracasar con una empresa?

 

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