Justo cuando parecía que no había salvación para la empresa de lácteos que había creado su padre, Ana Isabel Arango decidió ponerse al frente para evitar el cierre. Siendo mujer e hija, Ana demuestra que sí es posible el diálogo y la construcción entre generaciones y también es el vivo ejemplo de que el liderazgo femenino en la ruralidad cobra cada vez más fuerza.