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Bailando con mi sombra
Tiempo de lectura3 Minutos, 38 Segundos

Bailando con mi sombra

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Lo hago, primero porque puede que ayude a personas que estén o hayan pasado por una situación similar. Segundo, porque es parte de mi proceso hacer catarsis y contar la historia. Acá haré un resumen. Algún día escribiré un libro con todos los detalles. A veces cuando escribimos nuestra historia encontramos, a través de la fábula, secretos escondidos en nuestra alma. Muchos han aportado a mi proceso: el  arte, la literatura, mi familia, mis amigos, las parejas que he tenido, el público, mis compañeros de trabajo, etc. Pero en este caso me centraré en mi experiencia con los psicólogos y siquiatras que tanto me han ayudado.

Desde pequeños nos enseñaron que la melancolía, la tristeza, la soledad y todas esas sensaciones contrarias a la alegría son malas. A nadie le gusta estar con alguien que está aburrido o triste. Nos enseñaron a ignorarlas. Ellas son las niñas feas del baile. Pero están ahí, son parte de nosotros. Debido a eso, crecí pensando que no tenía derecho a estar triste. Con el tiempo esa sensación se convirtió en abulia, desazón, apatía, nada me  emocionaba. Había un agravante: este pechito, hace humor. En mis manos está la responsabilidad de producir felicidad.

Solo me sentía bien cuando me montaba en un escenario como Suso, por eso me sobrecargué de trabajo, sobrevinieron problemas de estrés y afectivos con mis parejas, ¡pobres mujeres! Ese aislamiento me llevó al alcohol, a las ideas de suicidio, a un desastre emocional.

 

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Detrás del escenario no hay aplausos, detrás del escenario estaba yo, y ese Dany no me gustaba, era un bicho raro que no encajaba, la gente me
decía: “Ay, pero usted es muy serio, me gusta más Suso”. Por dentro respondía, “A mí también señora créame”. Porque claro, Suso siempre está feliz.
Dany solo a veces.

No quiere decir que yo viva triste a toda hora, pero tampoco estoy sonriendo en todo momento. Por eso tengo fama de parco, de serio, hasta de… Para mucha gente Suso en un bacán, Dany no. Era tan fuerte eso que me lo creí y me comencé a caer mal.

Luchando conmigo y mis demonios viví muchos años. Un día decidí buscar ayuda. Pero en mi terquedad me resistía a creer que una persona podría ayudarme sin conocerme. No soportaba los lugares comunes de “por qué estás así, si tú tienes un buen trabajo, una buena familia… bla, bla, bla”. Ese discurso no sirve para nada. La primera vez que conocí a un psicólogo le dije mentiras. Mi ego y el miedo a ser juzgado no me permitieron abrirme, perdí el tiempo y la plata.

Recorrí varios, y con todos fui aprendiendo cosas nuevas, encontrando rasgos de mí que no me gustaban y otros que yo pensaba que eran graves
y no lo eran. Aprendí trucos. Me recomendaron lecturas, me quitaron mitos, me escucharon. Me enseñaron que si alguien quiere estar conmigo debe
quererme con todo el paquete, no solo cuando estoy feliz. Pero primero debo quererme y aceptarme como soy. Nadie puede solo.

Ahora, soy un convencido de que si alguien está triste tiene todo el derecho a estarlo, en mi caso, a veces incluso lo disfruto. Creo que en la medida que identificas tus emociones, las aceptas, aprendes de ellas y puedes vivir en un equilibrio. Suena fácil, pero es verracamente difícil. En todo proceso interior hay lágrimas, recriminaciones, miedos y angustias. Aprendí, como diría Jung, a bailar con mi sombra. Por eso, si usted siente que esas feas del
baile lo invitan a bailar, baile con ellas, un psicólogo o un siquiatra le pueden enseñar buenos pasos para cuidar su alma. En mi caso, hice las paces con Dany y sigo aprendiendo a bailar.

Cada mes voy a clases con mi psicólogo, y con su ayuda, aprendo pasos nuevos. Estoy formando la gran coreografía de mi vida donde trato de que tengan participación todos: Dany, Suso, mi familia, mi pareja, mis amigos y todo el que quiera aportar es
bienvenido. Incluso la soledad, porque para apreciar la felicidad, hay que aprender a bailar con la tristeza.

Para una mente sana 

Respira, profunda y lentamente, así tu cerebro se aquieta y se controlan la ira y la ansiedad.

 

Regresa: Una mente sana 

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One thought on “0

  1. Hola, Danny!

    Ambos somos hinchas del Rojo. Ambos tenemos un público que nos observa, soy pastor evangélico. Ambos tenemos nuestras propias historias para trabajar. Además, ambos tenemos la bendición de una familia… y en mi caso, una pareja estable de 38 años… menos estrés, hijo!!???

    Por último, quisiera invitarte a dejar un espacio para la espiritualidad. Espiritualidad que nace y se fortalece en una relación personal con Dios a través del Señor Jesús. Quiera Dios darnos la salud física, emocional, laboral y espiritual para amar, servir, respetar y bendecir a nuestras audiencias. Un abrazo, hijo, y que esta navidad terminemos con la Séptim!!?❤️

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