A Jéssica Ramírez, diez meses sin empleo la hicieron redescubrir sus prioridades y propósitos laborales.
Jéssica trabajaba en un banco, disfrutaba de sus funciones como aprendiz universitaria en una vicepresidencia, su propósito era crecer en la organización, sin embargo, en el 2020, con la llegada de la pandemia por el COVID-19 quedó desempleada. Planeaba aplicar a otros cargos, pero no pudo. Tenía 27 años cuando esto pasó.
«Buscar empleo era mi nuevo trabajo», asegura. A veces algunas experiencias laborales nos marcan, y Jéssica creía que solo podría ser feliz si regresaba al banco o a un trabajo similar, tal vez por eso no percibía otras alternativas que podían emerger en el camino.
Cada lunes representaba una esperanza, la de que esa semana sí encontraría un empleo alineado con sus metas, que en ese entonces eran estar en una empresa en la que pudiera crecer laboral y personalmente, además de encontrar una organización humana siempre centrada en sus empleados.
Durante el primer mes de desempleo estuvo tranquila, pero con el paso del tiempo comenzó a desesperarse. Llegó la frustración, se sentía deprimida, cansada, no le provocaba hacer nada ni siquiera pararse de la cama. Tres, cuatro, cinco meses y el panorama seguía igual. Había comenzado una especialización y esto le ayudaba a despejar su mente.
En junio de 2020, mientras navegaba por sus redes sociales encontró un anuncio que llamó su atención: Mentoría de talento Comfama. Se trataba de un programa para potenciar sus habilidades y redescubrir sus talentos para conseguir el empleo que buscaba. Decidió inscribirse e iniciar el proceso.
La mentora que encontró en Comfama fue clave para darle un giro a su búsqueda. Se reunían en sesiones virtuales y gracias a conversaciones y ejercicios, Jéssica descubrió que en su afán por encontrar cualquier rol estaba aplicando a vacantes que no se ajustaban a lo que buscaba.
Debió desprenderse de la idea de que su hoja de vida hablaba por sí sola, pensaba que era suficiente con ir a una entrevista y contar su trayectoria profesional, pero en la mentoría evidenció que debía buscar una forma para presentarse mejor. Pasar de ser solo Jéssica Ramírez, administradora de empresas y especialista en alta gerencia, a explicar todas sus habilidades y talentos.
Luego de la mentoría ya no se le dificultaba hablar de sus logros y capacidades, tampoco mostrarles a las personas esas cosas en las que podía llegar a ser buena o destacarse. A un lado quedó la inseguridad, la autoconfianza se hizo presente en su vida.
En octubre de ese mismo año quedó seleccionada para trabajar en una comercializadora e importadora de vehículos de maquinaria pesada, seis meses más tarde fue ascendida, ahora tiene el rol de coordinadora.
Atrás quedaron esos diez meses de desempleo y aunque asegura que no quiere volver a vivir una experiencia similar, afirma que fue un tiempo también de aprendizaje: aprender a creer en ella misma, en sus capacidades y a no dudar de sus talentos. “Entendí que cada esfuerzo, por pequeño que parezca, siempre valdrá la pena y que al final, estoy construyendo por mí y para mí, y esto ha sido algo muy valioso” dice Jessica.
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