Natalia Osorio le agradece a la naturaleza por la inspiración que le da. Una historia de cómo crear una empresa que pretende cambiar el mundo.
El panorama era prometedor. Natalia compitió con personas talentosas de todo el mundo por una pasantía en la empresa productora de plata más grande del mundo. Había ganado. Su propuesta fue un proceso para eliminar, con bacterias, el cianuro que surgía de los procesos de extracción en la mina. Era un método cíclico que permitiría desechar este elemento de forma sostenible.
Estaba ilusionada con la posibilidad de proponer mil cosas en la empresa. Ya estaba en México, era hora de aplicar más de cuatro años de aprendizaje. Su trabajo en la mina era destruir cianuro y aunque su propuesta inicial, y por la que ganó la convocatoria, era hacerlo de forma respetuosa con el medio ambiente, la realidad fue distinta: ya había una ruta establecida, involucraba un químico peligroso y ella se vio obligada a seguir ese plan.
«Todos los residuos iban a dar a una gran piscina de barro y en la mitad había un árbol muy grande que estaba en muy malas condiciones, yo pregunté por el árbol y la respuesta que me dieron fue que no me preocupara, que en la empresa ya habían pagado por él», comenta Natalia. Esas palabras rondaron en su cabeza durante los siete meses de su pasantía, además, se preguntaba: ¿por qué se puede pagar por la vida de la naturaleza?, ¿tenemos derecho a decidir qué vive y qué no en nuestro planeta?, ¿qué valor le damos a nuestro hábitat?
De niña hacía viajes a Necoclí con su tío y sentía que el paisaje que la rodeaba la abrazaba, a partir de ahí hizo una conexión especial. Siempre usó la naturaleza para inspirarse y entender el funcionamiento del mundo, por eso, aunque luego de la pasantía le propusieron quedarse en la mina con un salario mucho más alto del promedio en su área, ella se negó.
Regresó a Colombia con la convicción de hacer algo para que los procesos industriales no fueran tan nocivos para el medio ambiente, como siempre, utilizó los ciclos de la naturaleza como referente. «En la naturaleza nada se pierde, si una manzana cae de un árbol, cuando se descompone, realmente está alimentando al suelo y comienza la vida nuevamente», dice Natalia.
Un día se encontró con un amigo de la universidad, «dijimos que por qué no montábamos una empresa que hiciera las cosas como queríamos que fueran, apoyados en la tendencia de economía circular, un proyecto en donde hiciéramos un cierre de ciclo de vida de los productos, tal como ocurre en los ecosistemas naturales», cuenta.
A la iniciativa de ambos se unieron otras dos personas. Así, en 2015, nació Incyclo, una empresa que ahora tiene alianzas importantes con el Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia, Low Carbon City, Corona y la Universidad de Antioquia.
Hoy, Natalia no duda cuando afirma que lo que realmente quieren es «cambiar el mundo», no desde la frase utópica, sino desde la acción cotidiana. En Incyclo le agradecen al planeta por inspirarlos. Confían en que los residuos que se generan en la producción son errores de diseño y que, imitando los ciclos de la naturaleza, pueden perfeccionarlos.
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Agradecer… Para ser más optimistas. Según estudios de psicología positiva realizados por Martin Seligman, la gratitud tiene una estrecha relación con nuestra capacidad de persistir y llevar una vida significativa.
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