Cristian Camilo se quedó sin empleo. Lo que en un inicio fue una mala noticia se convirtió en un suceso que agradece: fue el impulso necesario para atreverse a materializar el sueño de emprender.
Cristian tenía ocho años cuando elaboró un ojal por primera vez. Era sábado y para que no se quedara solo en casa, su madre lo llevó al taller de corte y confección. A partir de ahí, cada semana, aquel lugar fue un paraíso en el que sus manos, de niño, se sentían creadoras.
Tras cinco años como jefe de corte de una reconocida empresa de dotación, en diciembre de 2019 aceptó una nueva oferta laboral. Lo que no se imaginaba era que, cuatro meses después, su nuevo empleador tendría que enfrentarse a la crisis de la COVID-19 y despedir a varios trabajadores. En marzo de 2020, Cristian se quedó sin empleo.
Su actitud inicial fue de resignación, «¡qué se va a hacer!». Recibió el apoyo de su familia, novia y amigos, mientras se concentraba en sus estudios de patronaje. Con el paso de los días cambió de actitud y decidió buscar el propósito de su vida, en vez de simplemente un empleo.
Sucedieron una serie de afortunadas coincidencias: el pensum de su semestre incluía la asignatura Emprendimiento y, ante la urgencia por conseguir una fuente de ingresos, registró su hoja de vida en Comfama y asistió a la Mentoría para el desempleo, allí exploró sus anhelos. Escuchó a aquel niño de ocho años que, aún lo habita, y que susurraba: «arriésgate a crear».
Esa misma semana, en junio, uno de sus primos, con el que alguna vez soñó crear una marca de ropa, le escribió: «parce, entonces qué, ¿vamos a dejar esto así o vamos a trabajar?». Cristian eligió el segundo camino y así nació Sketchless.
«Con tanto tiempo en la casa pude dirigir la energía a madurar la idea, sacar costos, muestras y conseguir los proveedores. Con el profesor de Emprendimiento hice las cuentas, con la Mentoría para el desempleo dejé el miedo. Mi primo Simón se encargaría del diseño de la primera colección y mi prima Juliana pondría el capital inicial».
Cristian usó sus manos mágicas para el patronaje, el trazo y el corte. El resultado fueron ochenta camisas confeccionadas por mujeres cabeza de familia. Un par de fotos, perfil de Instagram y tablas de Excel. Así los tres primos lanzaron su línea de ropa. La respuesta del público fue mejor de lo imaginado.
«Estar en una empresa siempre va a ser bueno por las garantías y la estabilidad, por eso nunca había pensado en renunciar, pero me di cuenta de que vibro más luchando por lo mío», expresa Cristian.
Hoy, ese despido que pareció una tragedia fue un suceso que Cristian agradece, porque le permitió descubrir que su propósito de vida es que sus manos siempre se sientan como en aquellos sábados en el taller con su mamá: creadoras.
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Agradecer… Que el obstáculo es el que abre el camino.
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