Emanuel Osorno Arias es partícipe de la regeneración de diez hectáreas de suelo que durante años fueron afectadas por esquemas de cultivo tradicionales y que ahora son ecosistemas donde se convive en equilibrio. De esta forma, Emanuel aporta una solución a la crisis climática.
Problema
La agricultura convencional produce impactos negativos en el medio ambiente. El vertimiento de químicos a las aguas y los suelos mata a microrganismos y animales, lo que afecta procesos biológicos y ecosistemas enteros. Si estas prácticas históricas continúan, la temperatura global subirá 1,5 grados en seis años, y la tierra llegará a un punto de no retorno. Es decir, los fenómenos naturales extremos serán cada vez más frecuentes.
Cuando Emmanuel Osorno empezó a estudiar agronomía se rencontró con la fascinación por la vida, su origen, su cuidado. Reconoció la interdependencia entre los humanos, las plantas, los animales, los microorganismos y todos los seres que habitan el planeta. Mientras avanzaba en sus estudios, aprendió del cultivo tradicional que implica desmalezar, aplicar fungicidas e insecticidas, pero descubrió también lo nocivo que es esto para la naturaleza.
Ese conocimiento hizo que se preguntara acerca del porqué nos enseñan a cultivar acabando con toda la vida que habita en la tierra. Por eso, al momento de hacer su práctica profesional, pensó que no era capaz de matar seres vivos, por pequeños que fueran: «No me veía diciéndole a un productor que aplique un producto que lo va a dañar a él mismo, a su familia, a sus suelos y que va a afectar la ecología y, luego, al consumidor final».
Una amiga que sabía de sus convicciones le contó que una empresa de procesos orgánicos y certificada, ubicada en Santa Elena, corregimiento al oriente de Medellín, buscaba practicantes. No dudó en enviar su hoja de vida y fue así como llegó a SiembraViva.
Una vez allí, se dio cuenta de que el camino que debía emprenderse era el de la regeneración, es decir, devolverle la vida a la tierra, no solo hacer un uso racional de los recursos. Para lograrlo, convirtieron la elaboración del abono en el corazón de la cadena de producción. Allí se llevaba a cabo un importante proceso para que, además de abonar la tierra, se pudieran prevenir las plagas y enfermedades de los cultivos y esto permitiera aumentar el rendimiento.
Una vez se capacitaron internacionalmente alrededor de la agricultura regenerativa, en SiembraViva iniciaron una exigente fase de experimentación que los llevó a la producción de compostaje aeróbico (con presencia de oxígeno) que, con condiciones controladas de ventilación, humedad y temperatura, transformaría los residuos orgánicos en compost.
De tres tanques de abono con los que experimentaron, pasaron a nueve y luego a 27. Una vez encontraron la fórmula para este compost lograron una mayor interacción benéfica entre los microorganismos y mayor producción en la tierra.
Además, empezaron a sembrar árboles y a recoger las verduras que habían vendido en supermercados y restaurantes para integrarlas al compost (economía circular). Al mismo tiempo, encontraron en la figura ancestral del círculo o mandala la forma más eficiente para diseñar el cultivo.
Fue un proceso difícil. Implicó revaluar lo aprendido en la universidad y dejarse sorprender por nuevos caminos: la tierra tiene ciclos, si los comprendemos y respetamos nos mantendremos vivos y en equilibrio.
Solución
Mediante la agricultura regenerativa, en SiembraViva lograron que la regeneración de diez hectáreas de suelo se completara en tan solo nueve meses, en lugar de diez años. Ahora se producen materias primas con estándares alimenticios más altos y que antes no se cosechaban, como zanahoria, brócoli, coliflor, cebollas y diversos tubérculos.
Que bien!!!!! Deberíamos pensar cómo el. Deberíamos mirar cómo mitigar el cambio climático! Felicitaciones