¿Por qué nos hemos alejado de la naturaleza, lo vivo, si somos seres vivos? Isabelle Delannoy habla de cómo generaciones actuales están rompiendo paradigmas heredados y buscan recuperar esta conexión.
Isabelle Delannoy es ingeniera agrónoma, especialista en desarrollo sostenible y autora del libro Economía Simbiótica. Regenerar el planeta, la economía y la sociedad. Estará en el Festival Actuar por lo vivo y en esta conversación anticipa la urgencia de un cambio de paradigma necesario para resolver la crisis ecológica actual.
¿Por qué es importante Actuar por lo Vivo, el evento que se realizará en Medellín, y tomarlo como un estilo de vida en sí mismo?
Actuar por lo Vivo es una forma de romper con un paradigma que heredamos y que es en realidad la causa de la crisis ecológica que vivimos, al considerar que la naturaleza está por fuera de nosotros, además, naturaleza es un concepto que existe solo en el Occidente. En realidad, este paradigma viene probablemente desde hace cinco mil años. El primer registro escrito del que tenemos evidencia es el poema épico de Gilgamesh. Este mito fundó la civilización sumeria de la que el Occidente es heredero. Lo contaré:
Gilgamesh es el rey de Ur, una ciudad imperial hermosamente construida y que obtiene su opulencia de la irrigación, es decir, que es un mito acerca de las grandes civilizaciones hidráulicas, que son las bases de la civilización occidental. ¿Cuál es la misión de Gilgamesh?, ir a matar a Humbaba, el espíritu del bosque, el espíritu del mundo vivo y salvaje. Para esto lo acompaña Enkidu, su doble salvaje que tiene la misión de protegerlo, pero que muere. Su pérdida llena a Gilgamesh de una profunda tristeza y su reacción es ir a buscar la flor de la inmortalidad.
Así que creo que estamos, y siempre hemos estado, en este mito: nos hemos separado de lo vivo, hemos tratado de matar al espíritu de lo salvaje, hemos hablado de la naturaleza en lugar de lo vivo, nos hemos extraído de ello a pesar de que somos seres vivos, y ahora que nuestro doble salvaje, lo vivo externo de nosotros, desaparece, experimentamos una enorme tristeza, que Glenn Albrecht llama solstalgia. Y la reacción de nuestras civilizaciones es ir hacia el transhumanismo, es decir, tras la flor de la inmortalidad.
Además, es una gran ruptura que nuestras civilizaciones están haciendo, pues una parte va hacia la consagración del mito, el transhumanismo, y otra parte, la gente como nosotros, busca, por el contrario, revivir el espíritu del bosque. Esta otra parte invierte la misión.
¿Cómo enfrentar la crisis de sensibilidad que hace que no podamos conectarnos con lo que está vivo?
Conectándonos. Como dice el filósofo Alain, el secreto de la acción es empezar. Debemos, como Nueva Zelanda, darles personalidad legal a nuestros bosques, nuestros ríos, suelos y costas. Todos los que tengamos agua potable en nuestras llaves debemos beberla, porque es el agua de los ríos y los acuíferos de los que vivimos. En París, cuando bebo agua de la llave, tomo agua de los ríos Sena y Marne y como nuestros cuerpos son más de 70 % agua, entonces soy un Sena que camina.
Y ya que la razón reina en el Occidente, mientras más científicos e intelectuales tengan y disfruten practicar y dar testimonio de esta conciencia, más legitimamos esta conexión con lo vivo. Como lo hizo Matthieu Ricard con la meditación, por ejemplo.
¿Podríamos volver de una versión antropocéntrica a una en la que nos reconozcamos como parte de un ‘Todo’ superior en donde viven otros seres?
Esto está en camino. Estudios sociológicos y mitológicos de poblaciones occidentales dan fe de esto. Algunos estudios muestran, por ejemplo, que en Francia el mito geocéntrico, que dice que la Tierra toma las decisiones finales, ha cobrado más importancia que el mito de Prometeo, que significa que el ser humano es el amo de su vida y de toda la vida, para la mayoría de la población. Todavía no es una conciencia colectiva, pero un cambio real está tomando lugar.
No necesariamente en una forma positiva: podemos reconocer a la tierra como un Todo superior que tiene la última palabra sin quererla y tenerle miedo. Pero por lo menos se ha dado un primer golpe: la caída del mito de Prometeo. Depende de nosotros ser inteligentes, entusiastas y dispuestos a compartir el mundo; que sea una evolución que vivimos en nuestro tiempo, como una liberación.
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Que bueno que existan personas tan valiosas que estén pensando en recuperar y mantener limpia la casa común que es de todos.