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Hacer deporte es jugar y cuidarse al mismo tiempo. Una historia de cómo el fútbol le ayuda a Mateo Salcedo a salir de la rutina y le enseña a afrontar los triunfos y las derrotas.
Al parecer, mi mamá ya sabía lo que afirma la Unesco: que el juego es vital y condiciona un desarrollo armonioso del cuerpo, de la inteligencia y de la afectividad. Por eso, desde los cuatro años me matriculó en la primera escuela de fútbol y allí inició mi camino agridulce en el balompié.
Pasé por varias escuelas deportivas y en estos espacios donde transcurrían los días más felices y retadores de mi infancia, también se forjaron valores tan importantes como mi disciplina, compromiso y responsabilidad. Este contacto tan temprano determinó lo que sería gran parte de mi vida.
Siempre quise pertenecer a un equipo de fútbol profesional y por eso participé en varios procesos de iniciación deportiva, semilleros e inferiores de equipos, pero la oportunidad profesional no llegó. Estaba en la fase final de mi carrera y como cada elección implica una renuncia, tenía dos caminos: seguir esperando mi gran oportunidad como futbolista o ejercer como profesional del deporte en otros campos.
No fue una decisión fácil, sentía que renunciaba a mi mayor sueño, el que me acompañaba desde la infancia. Pero al verme sin un empleo y saber que con mi profesión también podría realizarme y aportar, decidí dejar de verlo como la renuncia a un anhelo, sino como la búsqueda de otros caminos posibles para realizarlo. Hoy lo hago y contribuyo a la creación de competencias y me siento feliz haciéndolo.
Ahora, aunque no profesionalmente, el fútbol sigue estando presente en mi vida, los hábitos aprendidos durante este camino han significado disciplina y respeto en mis relaciones interpersonales. Ya no existe un día o una hora fija para jugar, pero trato de hacerlo una o dos veces por semana, allí aprovecho y me encuentro con amigos de la vida, con compañeros de trabajo y con aquellos que siempre me acompañaron en mi sueño.
Aprendí tanto de la derrota como del triunfo. Todas estas experiencias me ayudaron a fortalecer mi carácter, a repensar acciones y a darle la bienvenida a la benévola autocrítica como algo natural y necesario.
Con el deporte no solo me divierto, hace parte de mis rutinas de autocuidado más importantes
Me ha ayudado a reducir y contrarrestar riesgos de salud y también he mejorado mi interacción social. Hoy me considero una persona más creativa, participativa y menos tímida: veo al deporte como una herramienta formadora de carácter, de principios y de personalidad. En mi caso, todo esto, se lo debo al juego.
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¿Cómo te cuidas y cómo te diviertes?, ¿puedes hacer ambas cosas al tiempo?
¿Jugamos? Sí. #Juguemos, y mejor si cuidamos nuestro cuerpo