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Agradecer para transformar el dolor
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Agradecer para transformar el dolor

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Desde hace diez años, Ana María Giraldo hizo del agradecer un hábito que trae, para ella, abundancia, bienestar y mejores relaciones con otras personas.

 

Podemos recrear nuestra vida de dos maneras: la primera, y tal vez la menos representativa, desde nuestros dolores y carencias; otra, la más valiosa, dibujando un universo en el que todo lo que aprendemos y tenemos se expande en forma de galaxias y abundancia: un universo de gratitud.

Ana María Giraldo eligió la segunda alternativa diez años atrás, cuando vivió un momento difícil: su hijo decidió irse a vivir con su padre, hecho que despertó en ella diferentes preguntas y emociones. ¿Qué hice mal?, ¿fracasé como mamá?, ¿por qué mi hijo me está haciendo esto?, ¿qué me faltó?, ¿qué irán a pensar de mí?, fueron algunos de sus pensamientos, haciendo un recorrido hacia la victimización en la que solemos caer cuando nuestros días parecen volverse oscuros. Lo que ella no sabía era que ese tiempo de dolor, se convertiría en el inicio de una vida en la que la gratitud sería un hábito, un camino y una posibilidad.

«En ese momento solo veía lo malo que me pasaba. Tuve que acudir a una psicóloga, una mujer muy sabia y espiritual que me recordó, o me enseñó que, si agradecía todos los días lo bueno que me daba la vida, todo iba a cambiar. Comencé un camino, una búsqueda alrededor de la gratitud y a pesar de que el dolor seguía, cada mañana daba las gracias por lo afortunada que era de tener a mi hijo, de haber elegido el papá que mi hijo tenía, de que mi hijo pudiera tener un padre en su adolescencia, de tener la posibilidad de despertarme en un espacio seguro, cocinar y preparar mis alimentos.»

«Agradeciendo me enteré de mi abundancia, mi poder y mi fuerza», cuenta esta mujer que hoy vive en El Carmen de Viboral y que tiene un taller, que incluso lleva el nombre del que hoy es su don más bello: Gratitud Artesanal.

Cada mañana, lo primero que hace Ana María es dar las gracias y convertir todo eso que a veces creemos merecido, cotidiano o por defecto, en magia. «Para mí, agradecer es un hábito tan indispensable como respirar», dice. Lo primero que hace al despertar es dar las gracias por un nuevo día, por la cama confortable en la que se despertó, por tener un lugar donde vivir, por el paisaje verde que se deja ver desde su balcón, porque respira aire fresco, escucha los pájaros cantar y las vacas mugir. Por el trabajo que ama y las personas con las que comparte la acción de agradecer.

Estos diez años practicando la gratitud la han hecho mejor y más fuerte. «El regalo más grande es vivir en abundancia y no hay que pensar en la abundancia solo como lo económico, sino desde todo lo que nos da la vida. Siento que hoy soy una mujer abundante». Además, es testigo de que esta actitud frente a la vida también enseña sobre humildad, paciencia y compasión. Agradeciendo aprendió a entender la diferencia, como un regalo para vivir en armonía.

«La gratitud es una actitud y un valor que nos pone al servicio de la vida y cuando nos ponemos al servicio de la vida obramos con amor», repite con frecuencia Ana María desde ese universo abundante que eligió construir.

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Agradecer… Para transformar el dolor en gratitud.

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ilustración david escobar Revista Comfama Previous post Comenzar el año con gratitud
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