Gabriela Delgado es bacterióloga y es la primera egresada del Doctorado en Ciencias Farmacéuticas de la Universidad Nacional. Una historia sobre el liderazgo para conseguir el reconocimiento de los méritos de las mujeres científicas de Colombia.
Las mujeres también sueñan con ser astronautas. Gabriela recuerda que, cuando conoció la noticia de los primeros hombres que llegaron a la luna, soñó ser algún día como ellos. Pero la mayor epifanía que la llevó años más adelante a ser científica fue una lección en la clase de biología de la profesora Marta Lancheros; usando solo el tablero y tizas de colores, les explicó el sistema circulatorio. Ese día, Gabriela, con tan solo 9 años, avivó su curiosidad por la ciencia.
Aunque quiso ser médica, su vocación profesional la llevó hacia el ámbito de la bacteriología; en esta podía unir dos temas que la engancharon desde niña: la biología y la química. Para ese momento, Gabriela tenía la convicción de terminar todo lo que se propusiera. No se imaginaba era que ese camino la llevaría a liderar luchas apremiantes para el país y a ser reconocida como una de las mujeres científicas más importantes de los últimos años.
Los primeros semestres no fueron fáciles, minúsculas rivalidades entre los compañeros, en su mayoría mujeres, agobiaban la experiencia universitaria. Continuó con perseverancia. A partir del quinto semestre, cuando inició prácticas profesionales en el Instituto de Genética de la Universidad Nacional, confirmó su amor por la ciencia “de lo que no se ve”, como se refiere ella a todo aquello que compone nuestro universo, pero parece invisible a nuestros ojos.
Su camino para ser científica iba viento en popa, su dedicación y el reconocimiento por su trabajo le abrieron grandes oportunidades. Por eso en el último semestre, cuando debía hacer una práctica clínica, su experiencia en investigación científica le permitió acceder al Instituto de Inmunología y trabajar de la mano con Manuel Elkin Patarroyo.
En el Instituto trabajó alrededor de nueve años hasta el momento en el que inició su doctorado en Ciencias Farmacéuticas y se convirtió en la primera egresada de este programa; lo que le permitió convertirse en profesora titular en la Universidad Nacional e impulsar y crear proyectos, como el Grupo de Investigación en Inmunotoxicología, con el que buscó abrir espacios para que más estudiantes se aventuraran en investigaciones necesarias e importantes para el país y demostrar la importancia de la ciencia, la cual consideraba que era subestimada y desfinanciada.
Nunca se sintió segregada por ser mujer, pero sabía que no todas las mujeres que se dedicaban a la ciencia corrían con la misma suerte.
“Yo tengo compañeras que son brillantes, pero sus parejas les han truncado sus carreras científicas porque les hacen juicios morales respecto al cuidado de los hijos, por ejemplo, y de eso también depende la dedicación que una mujer pueda tener en el área científica, porque supuestamente nuestra labor está destinada a otra cosa” dice Gabriela.
Sabe que existe una brecha de género, por eso ayudó a cofundar dos movimientos importantes, la Red colombiana de Mujeres Científicas y la Red de Profesoras Universitarias; ambas con misiones decisivas: evitar el recorte presupuestal de la ciencia y defender la participación de las mujeres en la academia para consolidar una educación superior equitativa y con perspectiva de género.
Desde la docencia y la investigación trabaja para que más mujeres dedicadas a la ciencia sean reconocidas y por fin haya un cambio estructural que priorice los recursos para la ciencia. Actualmente trabaja en una comisión de servicio como asesora del despacho del Secretario de Salud de Bogotá y dirige el Laboratorio de Salud Pública de esta ciudad. Gabriela demuestra el incalculable valor de las mujeres en la ciencia.
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Liderazgo femenino para… debatir alrededor de la ciencia.
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