En su libro Lo que sí funciona, la economista conductual y profesora de Harvard, Iris Bohnet, destaca la importancia de las mentorías y de los referentes para el cambio de conductas. A continuación la historia de Daniela Maturana y la de otras mujeres líderes. Esta es una invitación a creer en el poder del ejemplo.
En Argentina, María Estela Martínez de Perón. En Bolivia, Lidia Gueiler Tejada. En Guyana, Janet Jagan. Las tres primeras mujeres en asumir la presidencia de una nación americana no lo hicieron por votación popular. Llegaron al cargo de manera interina, pero, de alguna manera, abrieron un camino, una pregunta: ¿pueden, deben y necesitamos que las mujeres lideren la presidencia de una nación?
Por Latinoamérica fue Violeta Chaparro, en Nicaragua, quien consiguió ser electa por voto popular en 1990; mientras que, en el Caribe, Mary Eugenia Charles asumió como primera ministra de Dominica en 1980. A ella le siguieron, entre otras, Mireya Moscoso en Panamá; Cristina Fernández de Kirchner en Argentina; Laura Chinchilla en Costa Rica; Dilma Rousseff en Brasil; Michelle Bachelet en Chile; y, Mía Mottley, actual primera ministra de Barbados.
En Colombia, nuevas y diversas figuras femeninas emergen como señal de inclusión y de un camino en equidad al que todavía le falta trecho, pero que desde ya señala que, si ellas pueden, tú también.
La política, sin mujeres, no es política.
Fue Vicky Jaramillo, su profesora de ciencias sociales en noveno grado, quien la acercó, de alguna manera, al mundo de la política, al hablarle de ella, de lo que significaba, de cómo funcionaba. Algo empezó a calar en el espíritu joven de Daniela quien, entonces, decidió lanzarse a la Alcaldía de Medellín en un simulacro de clase que la llevó a vivir la vida de una candidata.
Tres años después, para finalizar sus estudios de bachillerato, realizó un trabajo que le permitió estar de cerca del Programa Paz y Reconciliación, en el proceso de desmovilización del Bloque Cacique Nutibara. Así entendió que su vida se encausaría hacia la política, una palabra que ahora resignifica con un propósito superior: trabajar por un mejor país.
En 2016 se halló ante la primera materialización de su propósito, para el que se preparó en las aulas y en las calles. Llegó al Concejo de Medellín por el Movimiento Creemos y ella, mujer negra, fue elegida presidenta de la corporación al inicio del periodo.
¿Sus luchas iniciales?, apuestas por la cultura y la educación. Sin embargo, las brechas que las separan de los hombres se fueron haciendo evidentes en trabajo como concejal y por ello decidió prepararse. Ese proceso la llevó a estar en instancias como la creación de la Política Pública de Mujeres de Medellín y la Comisión Especial de Género del Concejo.
En el transcurso de su ejercicio como concejal tuvo que hacerse preguntas a causa del entorno. ¿Acaso una mujer negra podría liderar el Concejo de una ciudad como Medellín?, ¿una mujer que se viste a la moda sí representa las luchas de las mujeres?, ¿tendría, ella, las capacidades para ejercer como concejal? Las respuestas que obtuvo tras su paso por el Concejo la dejaron tranquila frente a su aporte para imaginar un futuro en el que más mujeres ocupen alcaldías, gobernaciones y, por qué no, presidencias; un futuro con mujeres líderes donde primará la lucha por la diversidad, el respeto y la vida.