Antonia Bustamante regresó a las aulas después de la pandemia. Apenas con cinco años, tuvo que conocer a sus nuevos amigos bajo la práctica de hábitos para evitar el COVID – 19. Una historia de confianza por parte de la mamá de Antonia, quien, además de creer en su hija, también decidió hacerlo en el cuidado que le proporcionará el colegio.
El jueves primero de octubre, Antonia volvió al colegio. Bueno, también podríamos decir que empezó, pues es nueva en la institución Vermont School, ubicada en El Retiro, Antioquia. «¡Justo estrenó colegio en medio de una pandemia!», cuenta Laura, su mamá, quien durante este proceso aprendió a confiar el cuidado de su hija a otras personas.
Algo de experiencia ya tenía. A los dos años, dejó por primera vez a su hija en el jardín. Antonia lloró tanto, que Laura pensó en esperar más tiempo y decidió retirarla de la institución. Sin embargo, una llamada de una de las profesoras la hizo cambiar de opinión, pues le dijo algo que para ella resultó revelador: «La niña está en un proceso. Si no lo iniciamos, nunca aprenderá».
Ahora, Antonia tiene cinco años, y al ir a su nuevo colegio repitió el llanto, pero esta vez fue de alegría. «Le fue tan bien, que llegó llorando a la casa diciéndome que quería volver al colegio ya», cuenta Laura. Fueron experiencias diferentes para ambas. Antonia feliz, mientras su mamá se la pasó muy nerviosa.
Antes de tomar la decisión de dejar que la niña regresara al colegio se hizo una importante cantidad de preguntas: ¿la cuidarán tan bien como yo?, ¿qué va a hacer la profe con tantos niños al tiempo?, ¿y si Antonia se porta bien y sus compañeritos no?, ¿será mejor por ahora educarla acá en la casa?
Según Laura «uno como papá siente que es el único que hará las cosas por los hijos como nadie más. Entonces uno cree que es el único que estará pendiente de que se lave las manos, de que tenga el tapabocas bien puesto, de que no se rasque los ojos ni se meta las manos a la boca».
Para ayudarle a ganar segurdad en el colegio, además de garantizarle todas las medidas de bioseguridad, le indicaron el kit que debía mantener Antonia en el bolso: un tapabocas de repuesto, bolsas de papel, alcohol y antibacterial. También optaron por enviarle fotos durante la primera jornada para que constatara que su hija estaba segura.
Laura decidió confiar en Antonia y en el colegio que la recibiría. Se trató de una experiencia positiva que, para ella como madre, confirmó que hay otras personas que también podían hacer bien esa tarea esencial de cuidar.
Hoy, acciones que dábamos por seguras se revalúan, sin embargo, aún en la «nueva normalidad» es posible poner la salud y la educación de quienes más amamos en las manos de otros.
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Podemos confiar… En los jardines, escuelas, colegios y maestros.
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