Carlos Andrés Rendón vive en Urabá y contrajo la COVID-19. Pudo haberlo superado y seguir su vida como si nada, pero eligió contagiar con el poder del autocuidado a las personas con las que interactúa. Una historia de cómo el virus le permitió aprender a respirar conscientemente.
Era viernes y llovía en la plantación de banano en la que trabajo, seguí laborando sin contratiempos, pero debí parar mis tareas a pesar de sentirme fuerte y sano, pues hace poco me repuse de una neumonía.
Llegué a mi casa en el corregimiento Currulao en Urabá. Compartí con mi familia y pude dormir fácil. El despertar fue completamente distinto, tenía una sensación de no haber descansado y el cuerpo estaba débil. Al principio pensé que sería pasajero. Fui a un médico particular, recibí una fórmula y tomé los medicamentos recetados con disciplina.
El paso de las horas fue menguando la confianza en el tratamiento, pues en vez de mejorar, empeoraba; el vómito y la diarrea me hicieron más consciente de mi condición. Ya era lunes, me enfrenté al termómetro, marcó 38.6 °C, tenía fiebre, empecé a sospechar, ¿y si era la COVID-19?
Tomé mi celular y llamé a la encargada de salud ocupacional de la empresa en la que trabajo, quien inmediatamente y sin dudarlo me dijo: «no puedes venir a trabajar así, quédate en tu casa».
Dos días más de malestar mientras se autorizaba la prueba de la COVID-19, un examen incómodo en el que sientes que te ahogas. Cinco días más de espera, plazo máximo para recibir los resultados, pero para mí ya todo era muy claro.
Nuevamente domingo, diez de la mañana, suena el celular, era la llamada que esperaba. El dictamen: positivo para la COVID-19. ¿Me asusté?, sí, ¿me desesperé?, mucho. Necesité tiempo para recobrar la calma y vencer el miedo que produce recordar cada noticia en la televisión acerca del tema.
Inmediatamente empecé a recibir atención médica, entré al programa de oxigenoterapia de Sura, el acompañamiento telefónico fue permanente, también algunas visitas de los médicos, en las que medían mi nivel de oxígeno con un oxímetro. Aunque la fiebre había bajado, mi sensación de ahogo aumentaba.
Me pidieron que iniciara una terapia respiratoria en casa, acostarme boca abajo, inspirar y espirar despacio, hacerlo conscientemente. Es impresionante cómo se siente que entra más aire a los pulmones cuando lo haces, es un alivio, esperanza para unos pulmones que se sentían apretados.
Si me preguntan acerca de si tuve mala suerte, creo que sí. El 90 % de las personas que se someten a la oxigenoterapia se recuperan de la COVID-19 en casa. Mi caso fue distinto, regresó la neumonía que días antes había vencido.
Cuatro días después de que había recibido la notificación de que era positivo, tuve que ser trasladado a la Clínica Panamericana, ser conectado a oxígeno y recibir cuidados especiales. 72 horas duró mi travesía por el mundo del coronavirus.
Hoy estoy en aislamiento, serán quince días, haber salido del hospital fue una bendición, regresar a casa un alivio y respirar, algo que antes era cotidiano, se convirtió en un privilegio.
Desde que salí de la clínica implemento en mi vida la respiración consciente, me hace sentir mejor y más vital. Es como aprender a usar mis pulmones de nuevo, siento que funcionan mejor. Esa sensación y algunos ejercicios que aprendí los comparto con mis allegados.
Esta experiencia es una segunda oportunidad que agradezco, a todas las personas con las que hablo les pido que se cuiden, que usen el tapabocas, que se laven las manos cada tres horas durante cuarenta segundos, que si pueden mantengan el distanciamiento físico de dos metros con los demás y que si se sienten mal lo reporten. Creo que todos tenemos un superpoder: el del autocuidado.
Trato de que las personas que me rodean sean conscientes de lo importante que es respirar bien. «Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde».
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La oxigenoterapia es un programa de Sura para el tratamiento de la COVID-19 y descongestionar los centros de salud.
Se trata de un programa de cuatro fases, tres de ellas se desarrollan en la casa del paciente, así: la fase uno consiste en la medición del nivel de oxígeno en el cuerpo mediante un oxímetro, mientras que la fase dos son terapias respiratorias que mejoran el suministro de oxígeno a los pulmones. La tercera fase consiste en recibir oxigenoterapia bajo la vigilancia de un terapeuta respiratorio y si el paciente no muestra mejoría se pasa a la fase cuatro, que conlleva cuidados especiales en un hospital.
El 90 % de las personas que ingresan al programa superan la COVID-19 en sus casas practicando la fase uno.
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Elijo vivir… para «contagiar» a los demás con el poder del autocuidado
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¿Crees que reportar a tiempo los síntomas de la COVID-19 te da más posibilidades de superar el virus?
Las ilustraciones de esta edición de la revista Comfama hacen parte de S.O.S Creativirus, una convocatoria realizada por Universo Centro para que los artistas pudieran expresarse en época de aislamiento.