Eleannys y Sara presentaron síntomas de COVID-19. Las noticias de ataques a las personas que resultan positivas y también la posibilidad de sentirse juzgadas hicieron que en sus mentes habitara un dilema: reportar los síntomas o no. Ellas eligieron el primer camino. Historias de cómo reconocerse vulnerable para cuidar de los otros en días de COVID-19.
El valiente acto de reconocerse vulnerable
El 28 de junio Eleannys Arroyave comenzó a sentir cansancio general y dolor muscular. Compartía los síntomas de su esposo, comerciante en el municipio de Chigorodó, Antioquia, quien además presentaba fiebre y tos.
Eleannys es enfermera y no pudo guardar una cuarentena estricta durante el confinamiento. Cuando empezó a tener síntomas, no pensó que fuera la COVID–19, pues capacitó a su esposo para trabajar de forma segura y ella, en su día a día, cumplía con todos los protocolos de seguridad.
Sintió nervios de reconocer su situación, en las noticias se hablaba de ataques y discriminaciones por parte de los vecinos hacia las personas que resultaban positivas, además se siente algo de vergüenza al aceptarse vulnerable.
Su temor se intensificó por su embarazo, en ninguna circunstancia quería poner en riesgo a su bebé, así que había dos formas de afrontar la situación: quedarse callada y esperar que los síntomas pasaran, sabiendo que su hijo podría estar en riesgo, o hacerle frente al temor y reportar sus síntomas. Eleannys eligió la segunda alternativa, comentó sus síntomas y se hizo la prueba, cosa que para ella fue un acto de prudencia y responsabilidad. Llegó el resultado: sí estaba contagiada. Fue inesperado, había que afrontarlo.
Inmediatamente le pidió a su esposo que hiciera lo mismo, y por irónico que parezca, ella sintió algo de alivio cuando él también salió positivo. Para ellos fue una ventaja, no tuvieron que aislarse uno del otro dentro de la misma casa.
Reportar sus síntomas rápido fue beneficioso para Eleannys y su esposo, actuaron a tiempo y no requirieron tratamiento farmacológico. Hoy ella aún carece del sentido del olfato y del gusto, pero se siente muy animada y llena de esperanza por su embarazo.
Actualmente, tanto ella como Josué Torres, su esposo, siguen aislados esperando una segunda toma de muestra. Sus hábitos de protección se redoblaron: lavan sus manos cada tres horas durante cuarenta segundos con agua y jabón, usan el tapabocas correctamente y están atentos a sus síntomas, siguen comprometidos con el autocuidado y el de las personas que los rodean. Esa disciplina se convirtió en buenas noticias: los resultados de las nuevas pruebas llegaron, fueron declarados pacientes NO COVID-19.
Eleannys decidió llevarle la contraria a la creencia popular de que ser valiente implica decir que no se siente nada, ella aceptó su vulnerabilidad y salvó su vida, la de su bebé y la de su esposo.
Me dijeron: «quédate en casa»
Sara siempre creyó que, «faltar a estudiar o al trabajo por una gripita, era de flojos».
Ella se desempeña como auxiliar de Calidad en Industrias Médicas Sampedro, una empresa que se dedica al desarrollo, manufacturación y comercialización de sistemas de fijación ósea y reconstrucciones a la medida.
Para Sara, usar el tapabocas no es difícil, de hecho, hace años lo hacía, pues sufre de gripas y rinitis frecuentemente, por eso ya lo había incorporado en sus hábitos de vida. Atravesaba la pandemia con relativa tranquilidad.
Un día, el papá de Sara llegó a casa con una mala noticia. La esposa de uno de sus compañeros de trabajo más cercano tenía COVID-19, todo indicaba que su coequipero también, ya le estaban realizando las pruebas. Lo habían aislado.
Aunque el papá de Sara cumplía con los hábitos «anti-COVID»: se lavaba las manos cada tres horas durante cuarenta segundos, mantenía una distancia de dos metros con las demás personas, estaba pendiente de sus síntomas y mantenía cubiertas nariz y boca, decidió aislarse por precaución, avisó en su trabajo que «se quedaría en casa».
El mundo de Sara se vino abajo, la rondaba la duda, ¿qué hacer?, ¿tendría el virus?, ¿y papá cómo va a estar?, ¿será que digo en el trabajo?, ¿dirán que soy una floja?, ¿me despedirán por eso? Reflexionó y empezó a pensar en su papá y en el ejemplo que le había dado, notificando inmediatamente a su empresa y aislándose voluntariamente. Eso la hizo decidir.
Llamó a la coordinadora de Gestión Humana de Industrias Médicas San Pedro, le contó su historia, confesó que tenía temor de estar contagiada por vivir con su papá, la escucharon y le dieron una respuesta inmediata: «quédate en casa, no va a pasar nada».
Fueron semanas de incertidumbre, acceder a las pruebas de la COVID-19 toma tiempo y recibir los resultados, aún más. Su empresa le ayudó a permanecer tranquila, la llamaban frecuentemente a preguntar por su estado de salud.
Simultáneamente en la organización, el grupo de talento humano hacía una serie de charlas para explicarles a los empleados que no serían despedidos por presentar síntomas ni por quedarse en casa. También implementaron encuestas diarias para el reporte de síntomas.
Las pruebas del papá de Sara salieron negativas, Sara pudo volver al trabajo y confirmar algo que intuía: para las empresas hoy es más valiente quien reconoce su vulnerabilidad, que quien la oculta.
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Industrias Médicas Sampedro desarrolló uno de los tres prototipos de ventiladores para las UCI con el proyecto InspiraMed, liderado por Ruta N y la Andi, en el que además participan la Universidad de Antioquia y la Escuela de Ingeniería de Antioquia, para responder a los desafíos que propone la COVID-19.
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Elijo vivir… y aceptar que es más valiente reconocer los síntomas de la COVID-19, que ocultarlos.
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¿Tu empresa te invita a reportar síntomas de enfermedad y a quedarte en casa si es necesario?
Las ilustraciones de esta edición de la revista Comfama hacen parte de S.O.S Creativirus, una convocatoria realizada por Universo Centro para que los artistas pudieran expresarse en época de aislamiento.
Que tema tan intetesante y de tanta ayuda felicitaciones