La familia Aristizábal Sierra convirtió el miedo en una oportunidad para actuar con prudencia.
“[…] el ciego alzó las manos ante los ojos, las movió, nada, es como si estuviera en medio de una niebla espesa, es como si hubiera caído en un mar de leche. Pero la ceguera no es así, dijo el otro, la ceguera, dicen que es negra. Pues yo lo veo todo blanco”.
De esta manera, el escritor portugués José Saramago, describe en su libro Ensayo sobre la ceguera, cómo una ceguera blanca se expande de manera fulminante. Internados en cuarentena o perdidos por la ciudad, los ciegos deben enfrentarse a lo más primitivo de la especie humana: la voluntad de sobrevivir.
***
Desde hace más de 10 años, Gustavo Aristizábal y María Elena Sierra recorren juntos la vida, y con ellos su hija Amalia, de 8 años. Los tres, así como miles de personas en el mundo, afrontan esta situación excepcional, el brote de la covid-19, de la mejor manera que pueden: estando unidos y siendo responsables.
Este cambio de rutina los tomó por sorpresa, como a todos. María Elena y Amalia habían llegado solo hace tres meses a Montería para reunirse con Gustavo, un ingeniero sanitario, quien trabaja allí desde hace poco más de un año. Apenas se habituaban a la nueva ciudad −María Elena teletrabajando para una empresa antioqueña, y Amalia en su nuevo colegio− cuando la enfermad causada por el corona virus lo cambió todo.
Para ellos esta coyuntura significó hacer un ejercicio de consciencia. «Esta etapa de confinamiento nos ha llevado a redescubrir lo esencial, a recordar lo maravilloso que es compartir una conversación mientras comemos o vemos una película juntos, o cuando nos distribuimos las labores del hogar. Hemos redescubierto que estas acciones tan sencillas son oportunidades para compartir, ponernos en los zapatos del otro y ser felices por el simple hecho de estar unidos», cuentan.
En estas semanas han podido reflexionar acerca del poder de la empatía, replantear sus prioridades y entender lo que es más valioso. «Este momento nos ha permitido también valorar más las cosas que dábamos por sentadas, como la labor de los profesores, la compañía física de la familia y de los amigos, lo agradable del contacto físico, así como el papel que juega en la sociedad el trabajo que hacen muchas personas, desde quienes están en el sector de la salud, hasta quienes hacen el aseo en los edificios, el personal de los supermercados y todas esas personas que están detrás de los servicios que usamos día a día».
Durante esta situación también se ha magnificado el papel de los padres, quienes deben trabajar desde la casa, ejercer de maestros, de cuidadores e instaurar hábitos en el hogar para que a sus hijos se les haga este tiempo más llevadero. María Elena y Gustavo lo han vivido con su hija. «Amalia nos dice que no poder salir de casa a ninguna hora es aburrido, que le gustaría poder asistir a las clases en su colegio y estar con sus amigas. Sin embargo, le hemos explicado que debemos estar en casa todo el tiempo y hemos procurado hacer énfasis en el propósito social de todo esto, que al quedarnos en casa estamos cuidando de nosotros mismos y de los demás», dice Gustavo.
Por su parte, María Elena señala que «nos ha sorprendido mucho la manera cómo se ha adaptado a la situación. Al principio fue un poco caótico, pero se nos ocurrió acordar con ella un horario de actividades diarias, que ubicamos en un lugar visible de la casa. En este se establece la hora de levantarse, de acostarse, los momentos para hacer las tareas que envían todas las semanas del colegio, así como sus ratos libres. Pensamos que esta rutina no solo ha servido para que se adapte mejor a la situación y no sienta que está en vacaciones, sino para que todos nos organicemos en nuestras labores diarias».
Cada acción cuenta
«Los aristisierra», como ellos mismos se denominan, creen en el poder de las pequeñas acciones y están convencidos de que el autocuidado es un compromiso que tenemos como individuos. Ellos han acatado con rigurosidad las disposiciones del Gobierno Nacional quedándose en casa y siguiendo las recomendaciones con responsabilidad. Igualmente, aumentaron el lavado frecuente de las manos, la limpieza diaria de la casa y la desinfección personal y de los objetos que traen de los supermercados, «con esto estamos ayudando a reducir la cadena de contagio del virus».
También, se han sumado a iniciativas que ayudan a las personas que han sido especialmente impactadas por la situación de aislamiento, aquellas que dependen de un sustento diario económico para sobrevivir, como vendedores informales y personas en situación de calle. «Nosotros creemos que esta emergencia y, en general, los grandes retos que tenemos como sociedad solo podrán ser superados si nos ayudamos los unos a los otros y cooperamos unidos».
Para esta familia, permanecer en comunidad, estar cerca a las personas que aman y ayudar a otros le da un sentido más elevado a sus vidas, algo que define sus proyectos y sus aspiraciones. Saben que el cuidado de la salud no puede ser un hábito exclusivo en tiempos de pandemia.
***
«Quieres que te diga lo que estoy pensando. Dime. Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven».
Ensayo sobre la ceguera, José Saramago.